Daniel tenía una gran memoria y cuando quería ejemplificar algo le bastaba concentrarse un poco y empezar a recitar de memoria: "Fuimos rebeldes y audaces. Yo la convencí de la nueva moral que ni aun yo tenía, y huimos sin ceremonia ni consentimiento. Ella trepó ágilmente a la grupa de mi caballo y así cabalgamos hasta las primeras estribaciones de la sierra. Bordeábamos los poblados y con ramas desgajadas íbamos cubriendo nuestras huellas. Nos detuvimos en una aldea cuyo nombre alude a la contemplada limpidez del río que la atraviesa". Luego nos decía ceremonioso: "ahí está el secreto, en el fraseo: frases cortas y frases largas mezcladas, algunas frases medianas". Entonces, sin saberlo, comprendíamos cómo debía narrarse.
Debido a que Daniel todo lo resolvía con la memoria, recuerdo aquella tarde en que llegó con unas fotocopias para todos los asistentes a su taller de "Preceptiva literaria" (nunca me atreví a preguntarle por qué lo había llamado así). Tomó las hojas y empezó a repartirlas y como si nos convidara de un secreto muy preciado, nos entregó el cuento "La tercera orilla" de Joao Guimaraes Rosa. Nos pidió leerlo y nos sorprendió evocando la figura del brasileño, su dominio de 10 idiomas, su miedo a ingresar a la Academia Brasileña de Letras, la visita que le hizo Rulfo en su oficina burocrática. Una semana después, supongo que desilusionado, nos escuchó hacer "análisis" fáciles de la obra de Guimaraes, su admirado Guimaraes. Sin embargo pienso que aquel rústico pensamiento se debía a que no comprendíamos todo lo que había detrás de aquellas letras, ni de las de Don DeLillo, ni de Rulfo, ni de Faulkner, ni de Pombo (a quienes admiraba y citaba con frecuencia).
Para nosotros, por otra parte, aquellas lecturas eran una luz tan fuerte que nos cegaba y preferíamos pasar por ellas a través del tamizaje de Daniel: un analista escrupuloso e irónico.
Así, algunas tardes nos descubría sus influencias, otras nos hablaba de Mario González Suárez, de Francisco Tario, pero también de Patricia Mercado y su temor por quién sería el nuevo presidente. Alguna vez alguien me preguntó si los talleres de Daniel eran buenos y sin reflexionarlo bien contesté que había semanas en que aquello eran charlas apasionadas que nada tenían de literatura, pero que bastaba con que Daniel hiciera un comentario preciso después de días y días para que uno comprendiera la literatura.
Claro, entonces nosotros no lo sabíamos e íbamos por el café turco que nos invitaba y por verlo recitar algunas frases sueltas, por llenarnos los ojos con sus libreros repletos y por escuchar hablar de sus tres grandes discípulos (al menos de quienes más nos hablaba): Eduardo Montagner, Isaí Moreno y Jaime Mesa. Pienso que secretamente los envidiábamos y anhelábamos que un día Daniel hablara de nosotros con otros alumnos, pero cómo iba a suceder si nosotros apenas estábamos escribiendo borradores, mientras aquellos tres ya tenían libros que avalaban lo que Daniel decía de ellos.
Una noche, de regreso del taller, uno de nosotros preguntó: "¿por qué dará talleres Daniel, no se ve que tenga necesidad económica?". Aventuré que así como eran célebres los talleres de Arreola, algún día Daniel también sería famoso por sus talleres, "no quiere ser sólo escritor, sino también un famoso maestro, a la manera de los antiguos escritores". Hoy sé de muchos jóvenes que fueron influenciados por su taller: Geney Beltrán, Raúl Manríquez, Eunice Mier, Marcela Sánchez Mota, Daniel Krauze, Arturo Vallejo, Guadalupe Nettel, Iván Trejo...
Recuerdo cuando se enteró que le había sido otorgado el Premio Anagrama. Nuestro taller se había cancelado, por lo que me pidió que convocara a todos en El Péndulo de la Condesa. Aquella tarde, como siempre, fue desprendido y nos invitó los cafés y la cena. Tal vez porque nos veía como unos pobres estudiantes que aún no podían pagar por todo lo que deseaban. Nos habló de la traducción al francés de uno de sus libros y de que el premio que le entregaría Herralde eran vitaminas puras. A él, sin embargo, siempre le había causado cierto resquemor los premios.
La mañana del sábado tras la muerte de Daniel, me escribió Costasinmar: "Acabo de enterarme de lo de Sada. No sé que hacer y sólo se me ocurrió escribirte". Supongo que la pena sólo nos permitió consolarnos en el silencio y la complicidad de los recuerdos. Aquella mañana, además, se confirmaba al fin que Daniel había ganado el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Asimismo, se conmemoraba el 44 aniversario luctuoso de Joao Guimaraes Rosa, quien había muerto tres días después de ingresar a su temida Academia Brasileña de la Lengua. ¿Qué habría dicho Daniel de esta coincidencia?
El próximo domingo 15 de enero, a las 12:00 hrs., en Bellas Artes le realizarán un homenaje. Estarán Christopher Domínguez, Iván Trejo, Yuri Herrera y Federico Campbell, además de Marcela Sanchez Mota y Jaime Mesa. Supongo que muchos iremos para identificarnos con esa fraternidad que se creó alrededor de su obra. Ojalá logremos desbordar Bellas Artes, pero también contagiar y contagiarnos de sus insuperables libros.
Hace 1 año
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