Hace unos días veíamos el futbol en la oficina (México-Uruguay). Dos de mis compañeros saben mucho de futbol y decían que el domingo (si pasaba) México perdería frente a Argentina. "Lo único que debemos pedir es que no los goleen", dijo uno de ellos.
—Ustedes saben que yo no sé de futbol —susurré todavía no muy convencido de lo que diría después—, pero todos los pronósticos que han hecho, han fallado. Por ejemplo, cuando fue el sorteo del mundial, aseguraron que México le ganaría a Sudáfrica, perdería con Francia y empataría con Uruguay...
—Bueno, pero eran otras las condiciones —se justificó uno.
—Hace una semana —reinicié—, decían que Francia golearía a la selección, y no fue así.
—Pero es que no tienen director técnico, están peleados entre ellos... —argumentó el otro.
—Y ahora, mientras México va perdiendo, creen posible que Sudáfrica le meta otros dos goles a Francia, pero no que México anote un gol y empate.
—Entonces tu crees que México puede meter un gol —preguntó malicioso uno.
—No lo sé, pero creo que hay igual de posibilidades de que México meta el del empate o que Francia meta uno o Sudáfrica meta dos.
—La lógica no dice eso —enfatizó uno, y después se voltearon para seguir platicando entre ellos, que manejan las estadísiticas a la perfección.
—También —musité ya asumiendo que mis argumentos no servían para convencerlos—, están preocupados porque México no pase a la siguiente ronda, siendo que en los últimos mundiales ha llegado al cuarto partido...
Ellos ya ni se tomaron la molestia de contestarme.
Alguna tarde, en un salón de Casa del Lago, Daniel Sada le preguntó a un compañero que quería ser escritor si creía, en realidad, que alguien quisiera publicar su novela.
—Es larga, complicada y los personajes no están aún bien definidos —le dijo Sada humildemente, como si temiera molestar al joven.
—No importa, contestó el muchacho delgado, alto, con un peinado que se esforzaba por parecer revuelto—, yo escribo para mí, así que ni siquiera pienso llevarla a una editorial, yo pienso autoeditarme, las tres partes de la zaga que tengo planeada.
Los que estábamos alrededor de la mesa nos miramos sorprendidos: porque aún había otros dos libros sobre la misma historia y porque él pensaba autopublicarse. Algunos soñábamos con que nos editara Anagrama, Planeta, la joven Almadía, pero ninguno tenía contemplado pagar para autoeditarse.
—Yo creo —dijo al fin Sada—, que autoeditarse no es lo mejor, pero si ya lo tienes decidido, es tu responsabilidad. Yo lo que les pediría es que si un día escriben un libro y consideran que es bueno, que a ustedes les parece bueno, lo lleven a la mejor editorial. Si se los rechazan, lo lleven a la editorial que le sigue y así hasta acabar con las llamadas editoriales independientes. Nunca empiecen por las que consideren más fáciles, porque en una de esas tienen un excelente libro que cualquier editorial quisiera, pero por su miedo lo va a editar una editorial pequeña.
(Por algo él era el maestro)
Andamos como húngaros, con maletas, mochilas, bolsas. De repente vamos a visitar a los amigos, a la familia. Todos nos preguntan por el bebé y nos cuestionan si ya hemos comprado algo. Nosotros siempre negamos y antes de que argumentemos, nos dicen que es una lástima que vayamos justo hasta ese día, porque una semana antes regalaron una ropita de recién nacido, la cuna de su bebé, la carreola que ocupó su sobrino, el esterilizador que compraron antes de que naciera su hijo.
—Seguro les serviría y así no gastarían. Es que uno no sabe todo lo que desperdicia. En serio, la ropa de mi bebé estaba prácticamente nueva, y la dejó así de rápido. Al de ustedes le podría servir...
Nosotros agradecemos con una sonrisa, sin decir nada. Después, cuando ya vamos de nuevo por la calle, cargando nuestras mochilas, nuestras maletas, nuestras bolsas, pensamos en que somos felices sin carro y el día que compremos uno procuraremos que sea nuevo, no "viejito, que nomás les sirva para transportarlos", como nos recomiendan. Y también platicamos que a lo mejor no será mucho, pero queremos que nuestro bebé estrene un biberón, una mantilla, una colcha. No queremos la carreola de 20 mil que vimos en Perisur, pero queremos una que sea nada más de él. No creemos conveniente comprarle diez mudas de ropa, pero queremos que su trajecito pañalero huela nada más a él...
Todo eso lo pienso después de una tarde de perros: calentura, infección, cansancio. Llego a la oficina y ya casi quiero irme, pues de repente me molesta mucho la actitud crítica de mis compañeros. Asumen que ser crítico es ser pesimista, que ser crítico es ver los defectos pero no las virtudes. También están contentos con ser conformistas, con esforzarse el mínimo. Se molestan porque los ponen a trabajar (cuando esa es la razón por la que nos pagan un salario). Hablan mal de la Selección, del gobierno, del PRD, del PRI; ya ni se diga de la Iniciativa México. Para eso son gente informada, para poder hablar superficialmente de todo y criticarlo.
Es raro, porque entre más "intelectual" se considera una persona es más negativa, más derrotista. Yo recuerdo a los cargantes que le ayudaban a mi papá en el mercado (niños de 10 y 12 años) quienes soñaban con ser presidentes y que cuando se convirtieron en adultos le presumían a mi papá que ya andaban de repartidores de Bimbo, "y ganamos 3 mil pesos al mes".
No será que debemos dejarnos ya de ser tan críticos y disfrutar la vida, pensar que podemos hacer cosas grandes, hacernos de algunas ilusiones y pensar en el triunfo antes que en el fracaso.
Quién sabe. No sé,pero últimamente casi no sé nada...
Hace 1 año
4 comentarios:
Miguel, sin importar el tema del que escribas, o el ánimo con que lo hagas, siempre que termino de leerte, sonrío. Ojo, no lo digo por el cariño que nos une.
PECH.
Hola comparto por completo tus reflexiones, y como te lo diej ayer este es tu año. FELICIDADES.
Hola, Pech. Gracias por lo que dices. A veces no hallo otro lugar para decir lo quiero sino este blog. Quizá porque lo siento tan mío es que escribo sin importar que esté de buenas, de malas o que me carga. Pero es bueno saber que del otro lado tu sonreirás. Te mando miles de abrazos.
Martha: algo hay en tus palabras que me da miedo, pero también mucha esperanza. Ojalá que pronto nos veamos, porque a veces tus augurios me hacen pensar que debo platicar largamente contigo para saber el por qué de ellos. Saludos a Antonio y abrazos para ambos.
La felicidad llega cuando estamos haciendo algo que amamos de verdad y no porque lo que hacemos nos dé riquezas o nos haga una persona destacada.
P.D. Así que ahora casi casi br...
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