miércoles, 12 de mayo de 2010

No había comido y ya eran las 5:30. Caminé hacia Las Islas, de CU, y en un puestito compré una torta Puma. La más cara, pero la que tiene más ingredientes. No podía ir a casa porque aún debía ver a los de Zona de confort, así que después de que me dieron la torta, no accedí a echarle chiles en vinagre y pagué, me senté viendo hacia el pasto crecido, hacia los jóvenes jugando futbol.
Me terminé la torta y le limpié afanosamente los dedos. Luego saqué una libreta y esbocé una historia telenovelera. Pensé en que si gano esa beca para ese diplomado tendré que abandonar las clases de francés, o de plano, tomar el idioma por la mañana. No eran más de las 6 y ya no tenía nada qué hacer.
Dudé entre sacar el libro de Paz para leer un rato o quedarme viendo el paisaje, escuchando las conversaciones, fijándome en las parejitas que se abrazan con un erotismo acelerado.
Mi esposa dice que por leer muchas veces pierdo contacto con la realidad, así que opté por quedarme sin hacer nada. A lo lejos, los jóvenes se gritaban, después reían y uno corrió para festejar el gol que había anotado.
"¿Qué le diré al bebé cuando me pregunte sobre futbol", pensé. Y este era el primer pensamiento que tenía al respecto. Hasta ese momento no me había permitido tocar el tema, ni siquiera en mi mente.
"Seguro le diré que le pregunte a su madre, a ella o a sus tíos, o a sus primos".
Y me quedé en blanco por algunos segundos.
Y luego: "me gustaría que jugara futbol, si es niño; que fuera a danza, si es niña, y que tenga las manías y costumbres de su madre, pues no quiero que viva en el pasado".
Entonces recordé una frase de Carlos Fuentes en que pide que nadie le niegue heredarles a sus hijos el título de buen mexicano. Y eso basto para que brincara de una idea a otra, de San Agustín a Paul Auster, de dejar el cigarro a concentrarme en las cosas que me vuelven loco, de el tercer post de este blog donde recordaba un poema de Neruda (Farewell) a una frase que me dijo hace tiempo un amigo: "Pareciera que buscas la santidad, y no sé para qué".
Ahí estaba la respuesta: no es que busque la santidad, simplemente que estuve preparándome para el gran proyecto de mi vida (del que ni yo mismo tenía conciencia): ser padre.
Miré de nuevo a los jóvenes jugando futbol. Recordé que al otro día iríamos al ginecólgo. Luego saqué mi celular y me puse a ver una foto de Luisa. Por largo rato no hice otra cosa más que verla. Acariciaba la imagen como un adolescente. También sonreía y pensaba en el futuro.

1 comentario:

Rogelio Pineda Rojas dijo...

Jaja, por tu culpa, el amor está otra vez de moda. Saludos.