viernes, 16 de abril de 2010

Me niego a aceptar que abril sea el más cruel entre los meses, como dice T.S. Eliot. Y eso que me dijeron que estoy engordando: "como que estás más fornido" (¿Fornido, por qué ocultar la gordura tras esa palabra?). Y eso que me han retrasado por tres ocasiones el pago de un dinero. Y eso que no pude ir al Auditorio Nacional a escuchar a Sabina. Y eso que despierto a causa de las pesadillas. Y eso que... Pero cómo creerlo si ayer pasé una tarde estupenda en la calle de Madero, viendo llover, mojándome mientras el semáforo me daba el paso, comiendo un pozole ardiente y llenador, platicando de mis obsesiones, viéndola sonreir de vez en cuando, escuchando las ofertas de una mujer que vendía capas (cuando llovía) y juguetes (cuando la tormenta paraba un poco), disfrutando una gigante rebana de pastel de chocolate. Quizá se deba a que ayer terminé con todos los pendientes que traía desde hace algunas semanas, llevaba la mochila liviana y usaba unos zapatos cómodos. O a lo mejor es que amanecí abrazado a mi esposa y supe que era feliz. Ayer decía que divorciarme sería como saltar a la fosa común, pues sin mi esposa soy otro más, un extra de película que no tiene nada especial. Me preguntaron que entonces dónde quedaban mis proyectos personales. No supe qué decir. Porque, cómo explicar, sin sonar cursi a los demás, que cuando amanezco con flojera me basta verla para llenarme de energía, levantarme a prender el baño y comenzar el día. Cómo hablar de ese bienestar total que siento cuando nos tomamos de la mano como por coincidencia o cuando me toma del brazo y la veo sonreir. Sería difícil decir que la vida se me alegra cuando la escucho hablar o que me basta estar a su lado para sentirme en mi zona de confort (como dicen por ahí). Es extraño, y creo que ya se lo he dicho: me cuesta tanto trabajo encontrar las frases correctas para hablar de ella. Dice T.S. Eliot que abril es el más cruel entre los meses (y me niego a creerlo), pero también dice: "Nos sorprendió el verano, soltándose sobre el Stambergersee / Con un chubasco; hicimos alto en la columnata / Y cruzamos después el Hofgarten, bañados por el sol. / Y tomamos café y platicamos una hora". Tal vez no era verano, sino primavera; quizá no era el Stambergersee, sino el centro de la ciudad; a lo mejor no nos detuvimos en una columnata, sino en la terraza de un lugar para comer; pero a pesar de eso, la tarde de ayer me sentí en medio de un poema.

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