lunes, 5 de abril de 2010

Han sido necesarios estos ocho años, así como los tres días que pasamos con su familia, pero en especial la media hora en que estuvo abierto ese portafolio samsonite con corazones pintados con liquid paper, para que comprendiera a mi esposa.
Mi sobrina le había pedido que le mostrara sus recuerdos, así que mi esposa fue a la que llamamos "su recámara" en casa de mis suegros y de debajo de la cama sacó el portafolio que ocupó durante la secundaria. Después lo puso sobre la mesa de centro y comenzó a sacar libretas, poemas, invitaciones a XV años, papelitos, cartas...
Entonces, como si el contenido fuera el espejo más fiel, comencé a ver la imagen que reflejaba a la mujer que duerme conmigo. Ahí estaba, en las invitaciones a las fiestas de La Guagua y la Comadre; en los poemas de amor y pensamientos de amistad de los que antes vendían enmarcados y con fondos de atardeceres; en las estampitas de hipopótamos abrazándose que adornaban un acróstico; en las figuras formadas con la máquina de escribir. Estaba en las letras formadas con las sombras de un color; en las cursilerías que una prima le escribió hace 18 años; en las dedicatorias de alguna amiga de secundaria; en las letras de canciones románticas.
Todo aquello fue como si de repente realmente pudiera saber quién es ella, más allá de su familia (en broma, le digo que me recuerda a la de Elizabeth en Orgullo y prejuicio); más allá de sus gustos y malos ratos; más allá de sus sueños, sus vanidades (se mira al espejo cada vez que pasa frente a él); más allá de todas sus manías y virtudes. Es la mujer que gusta de los melodramas de los años 40, pero a la vez se ilusiona con CSI y el Doctor House; la muchacha que trascribía canciones de Los Terrícolas y escribía algún poema de Sabines que Mariana Browne leía por las noches en la radio; la niña que confiaba en que los amigos han de dejarse libres para que un día vuelvan y que cree en la familia como única base de su vida; la persona que adornaba sus tareas con colores pasteles y leía los principios políticos del PRI con toda la seriedad que creía ameritaba...
Luego, cerró su portafolio y aguantó algunos minutos las burlas de su sobrina, de su hermana, de su madre. No le pregunté que pensaba, pero sin duda sería algo importante. Lo supe por la sonrisa de satisfacción que tenía en el rostro. Yo lo único que me atreví a hacer fue tomar una fotografía, que después borré, porque esos instantes me gusta conservarlos sólo en la memoria.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bien que sabe el tequila con limón!!!!!!!!

Qué dirás, cursi? pues si, no lo puedo evitar!!!!

Ya me las pagarás, hay un Diossssss....

YTAM

LL

muacccccccc

Rogelio Pineda Rojas dijo...

Chale, cuando escribes así me doy cuenta que vivir por medio de la memoria es un acto al que, malamente, me he desacostumbrado. Está chido esto.

mangelacosta dijo...

Gracias, Rogelio. Ah, por cierto, ánimo, los 30 apenas empiezan.
LL: YTAM

Marisol dijo...

Me gusta, no importa que sea cursi... siempre me gusta este tipo de relatos y confieso que también guardo este tipo de cosas... abrazos a los dos =)

mangelacosta dijo...

jajaja. Muchas gracias,Mari. también un fuerte abrazo a ustedes dos.

Anónimo dijo...

Ja, pensé que era la única que guardaba ese tipo de cosas, pero ya veo que no, ojalá algún día pueda conocer a Luisa.


Saludos Micky!

MR.

mangelacosta dijo...

Claro que sí, Monik, ya habrá oportunidad de reencontrarnos y de que la conozcas. Quién sabe, a lo mejor algún domingo bicicletero nos topamos por Reforma. Saludos.

Anónimo dijo...

Hola, sabes comparto todo lo que dicen las chicas, creo que aunque ustedes nos tachen de cursis todas y cada una de nosotras tenemos nuestros recuerdos y en ocasiones nos gusta recordar.

Un beso Mart