martes, 13 de abril de 2010

El domingo nos invitó a desayunar el Niño Jesús de Praga, lo hizo a através de unas mujeres que viven en un gran terreno a la entrada de Santa Úrsula Xitla. Alguna vez vi entrar a ese terreno a los concheros del sur de la ciudad, cientos de ellos entraban a comer un taco, a bailar con sus sonidos prehispánicos y caracoleros.
Esta vez, a mí esposa y a mí nos tocó entrar en ese vasto terreno con varios altares: a vírgenes, a santos, a cristos.
Para ser franco, no queríamos ir, nos daba pena que quisieran halagarnos con ese desayuno (unas enchiladas suizas con un ligero sabor a chipotle), pero al final nos convenció una muchacha que salió a buscarnos y nos llevó hasta una sala oscura, arreglada con globos multicolores para recibir al Niño Jesús de Praga.
En las paredes de aquella sala había fotos en blanco y negro, de hombres de sombrero caminando por el zócalo hace 50 o 60 años. También había fotografías de Cuauhtémoc Blanco abrazando a Guillermo Ochoa, así como posters de Las Chivas que ganaron algún campeonato hace no recuerdo cuánto. Además, estaban tres mujeres regordetas que nos recibieron como si fuéramos viejos conocidos.
Mientras las enchiladas terminaban de ser preparadas, nos hablaron de la iglesia de María Reina, donde hacen misas de sanación los martes; del río que bajaba por Fuentes Brotantes, y del padre de Tepeximilpa que construye una gran iglesia (cuya cúpula va a ser semejante a la de la Catedral Metropolitana).
Después pasamos a un pequeño comedor, a donde llegaron una muchacha a quien llamaban La China, pero estaba lacia gracias a una plancha para el cabello; la anfitriona, con una blusa verde bandera, tocándose continuamente los senos (como si los acariciara o los ofreciera); La Comadre (que tiene diez nietas, una hija viviendo en Cancún y que nos invitó a un bautizo el próximo sábado), así como las mujeres que nos acompañaron en la sala.
De pronto, aquella plática que había comenzado como un recorrido eclesiástico por todo Tlalpan se convirtió en una escena un poco irreal (al menos para mí). Una de ellas, la de carácter más duro, dijo que de niña había asistido a unos XV años que duraron una semana; después, que su abuela hacía grandes fiestas cada fin de semana, y terminó diciendo que en diciembre, el día 24, su abuela rompía 24 piñatas para ellas. La Comadre (que para esos momentos ya sabíamos era hermana de la mujer de carácter seco), apuntó que actualmente se construye una bomba que va a acabar con cierta cantidad de humanos, "pero sin deshacer los edificios", y otra apuntó que por eso estaba temblando en el mundo. Una más continuó diciendo que la influenza jamás existió, o al menos que no era mortal, "porque como los mexicanos comemos tanto chile, pues eso es pura vitamina".
Ya de pronto hablaban de Paulette, del Chupacabras, le mentaban la madre a Salinas de Gortari, predicaban la sanación espiritual para llegar sanos al fin de la humanidad, "bueno, no del mundo, de nosotros mismos, por eso hay que empezar a perdonar", y luego volvían al gobierno que quiere vernos la cara, "ya ven que ya acabaron con Luz y Fuerza" y ahora "sólo les falta Pemex", aunque "ya para puras madres vale".
Y mientras la anfitriona se tocaba nuevamente los senos suavemente, rodeandolos como en una exploración erótica, a otra se le ponían los ojos rojos y parecía a punto de llorar, y La China recordaba cuando pateaba la puerta y le gritaba a su tía: "ven por mí, porque estos hijos de puta no me dejan salir", y los padres le recriminaban a la tía por haberle enseñado esas palabras.
Entonces ya todo el tiempo era risas en la mesa, y recuerdos y sospechas y futurología... y un café que me supo riquísimo, y una disculpa que ofrecimos para irnos a casa, y ellas diciendo que cuando quisiéramos regresáramos nuevamente, que no se nos olvidara el bautizo del sábado siguiente y los XV años del próximo año...
Al final, la mujer de verde nos llevó a la puerta. Le dijimos adiós mientras avanzábamos por la calle del panteón de Santa Úrsula. Quise voltear una última vez para confirmar que todo aquello había sido cierto, pero no lo hice por temor a ver a la anfitriona pasear suavemente las manos por sus senos pequeños y tomar aquello como una invitación más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Cómo se me fue a pasar el detalle de los senos, ese tipo de cosas no se me van!!! chinnnn, ni modo.

Pero quizá fue mejor porque sino, me hubiera ganado la risa más de una vez. Y yo que hasta las invité a mi casa. jajajajajajajaja

Linda mañana, por lo rápido que transcurrió todo y por el cafecito que a mí también me pareció genial.

Besotototes

LL

YTAM