miércoles, 15 de julio de 2009

La literatura nos ha arruinado la vida

Por ejemplo, si caminamos por el centro, en plan de Maga y Oliveira, por más que andemos sin buscarnos, pero andemos para encontranos, jamás nos hallaremos, no en esta inmensa ciudad.
Si, siguiendo a Zambra, compramos un bonsái para cuidarlo y representar en su crecimiento una relación de pareja; terminaremos sin una novia (una esposa) y con un árbol enano seco y en el bote de la basura (hoy ya no se puede confiar en los comerciantes).
Aquellos arriesgados que pretendan parecerse a Rímini y Sofía (como los personajes de Alan Pauls), no sólo terminarán olvidándose uno del otro, drogándose ante la incapacidad de soportar el presente, sino que llegarán a la desolación y soledad total.
Qué decir de los jóvenes que pretenden imitar a Arturo Belano y ya no terminan siquiera como Arturo Bandini, sino como crítico, frustrando posibles vocaciones literarias y provocando que meseras latinas regresen a sus lugares de origen.
Los niños que se enamoran de las madres de sus mejores amigos ya no se enteran años después que el amante político mató a la mujer, sino que en ese mismo instante son levantados por un comando gubernamental (el niño, la madre, el amigo y hasta el conserje del edificio) y jamás se vuelve a saber de ellos.
Aquellos que han querido no ser famas, sino cronopios, hoy mueren en el olvido; los que van a pueblos olvidados en busca de su padre ya no hallan fantasmas legendarios; quienes antes temían emparentar con primos por engendrar un hijo con cola de cochino hoy acaban simplemente en un manicomio; los que sueñan con ser otro son siempre los mismos...
Aquellas mujeres que antes olían el cabello de su esposo, ausente una noche, temiendo que tuviera el aroma ácido de sexo de mujer hoy sólo encuentran el amargo tufo de sexo masculino; los jóvenes que salían a caminar a la calle con la boca abierta para ver si les caía una palabra ya no tienen más remedio que andar con la boca cerrada si no quieren adquirir enfermedades raras, llenar sus pulmones con humo que ni siquiera es de tabaco...
Ahora si subes a un camión y no llevas un ramo de flores no sólo te observan inquisitivos quienes sí llevan ramos floridos, sino que te bajan; hoy ya no es posible intentar amar a una mujer con la locura de un amoroso, hoy sólo nos queda vivir la realidad.
Hoy plantearse la posibilidad de imitar, de seguir el ejemplo de un personaje literario es la ruina, ya no tanto por la literatura en sí (en este momento lo pienso mejor), sino porque la realidad se ha vuelto desastroza, porque si bien las grandes historias de la literatura por lo regular terminan mal, con personajes tristes, patéticos, nuestro presente aún es peor (por los árboles que no son bonsáis, por las mujeres que no son Magas, por los hombres que no son Ríminis, por los padres que no son Pedros Páramo, por los amantes que no son Tomases ni Teresas, por los camiones que no son omnibuses, por los jóvenes que no son Ixcas Cienfuegos, por los niños que no son Carlitos, por el presente que en este segundo ya ha dejado de serlo)...

Para Pepe, cuyas pláticas siempre me hacen reflexionar

3 comentarios:

JJ dijo...

Gracias, muchacho... sigamos persiguiendo la ruina, es lo único que creo somos capaces de hacer.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Busca tu luz incluso en la penumbrs y si la literatura es tu tuins, pues arruinese.

Mart

Rogelio Pineda Rojas dijo...

Estoy completamente de acuerdo con el título de este post. Saludos.