martes, 16 de junio de 2009

He sido la mayor dificultad en mi camino. [...] Soy un monte infranqueable en mi propio camino. Pero a veces, con una palabra tuya [...], de repente todo se aclara.

I
Estaba en secundaria cuando El Catrín llegó con un cassette de un grupo nuevo. El cantante vestía como indígena y su música era extraña. No tardamos mucho, los cinco (El Wereber, El Euclidio, El Negro, El Catrín y yo) en hacernos sus fans.
La primera vez que oí en vivo a los Tacubos fue en una posada de las que organizaba el gobierno, a las afueras del palacio estatal. Tocaban también los Yairas y todo mundo les chiflaba para que se fueran, pero ellos, envalentonados porque el siguiente grupo aún no llegaba, nos recetaron varias veces su éxito del momento.
Cuando empezaba la noche (estaba lloviendo ya), salieron los Tacubos. Sólamente tenían dos discos, pero tocaron varias horas, covers, sus éxitos, sus canciones no tan populares, creo que incluso La última carcajada de la cumbancha. Fuimos pocos los que nos mantuvimos debajo de la lluvia.
Al salir de ahí, de camino a casa, deseé pintarme el cabello de rojo (muchos años después lo haría).
Aquella noche, aquella tarde, estuve solo. Ahora, el sábado, también (por error, por emoción, por falta de consideración).
A media noche, de este sábado, era feliz, inmensamente feliz. Sudaba, tenía la garganta reseca, no soportaba las piernas, pero era feliz. Los Tacubos tocaron casi cuatro horas.

Y pensar que el mundo está todo denso de tanto olor de almendras, y que Os amo, Dios, con un amor hecho de oscuridad y claridades.

II
El día de mi cumpleaños cené con mi esposa, en el Vips al que muchos domingo fui solo. Una bolsa con libros viejos resaltaba en la mesa. Cenamos poco, hablamos menos, pero estábamos juntos, con una alegría que a veces sorprende a los momentos de quietud, a la soledad compartida.
Ella, sin quien mi vida no tendría tantas bendiciones, sonreía. Me preguntaba por mis propósitos, me dejaba hablar de unos cuentos en particular, me tomaba de la mano.
Luego, caminamos buscando un traje para mi sobrino. Y por la noche, me dejé dormir sin presiones, plácidamente.

Alivia mi alma, haz que sienta que Tu mano está cogida de la mía, [...] bendíceme para que viva con alegría el pan que como, el sueño que duermo, haz que tenga caridad hacia mí misma pues si no, no podré sentir que Dios me amó, haz que pierda el pudor de desear que en la hora de mi muerte haya una mano humana para apretar la mía, amén.

III
Es curioso, a pesar de que tenemos algunas deudas, estoy desbordado de trabajo, tengo ojeras, del dolor de pierna que a veces me impide caminar, de que no me han devuelto algunos correos electrónicos, de que no sé qué hacer con la novela y el cuentario, a pesar de todo eso hoy quise nuevamente escribir aquí. Acaso es que la visión ha cambiado y aunque todavía no sé a dónde voy, estoy más convencido que nunca, que me gusta andar por la vida caminando...

(Los fragmentos en cursivas pertenecen a libro Aprendizaje o el libro de los placeres, de Clarice Lispector)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que magnífico tenerte de regreso Micky. Un abrazo fuerte!!!!


mrh.


Envidia de la buena por lo de los tacuvos.

Anónimo dijo...

Hola, lo ves ya no somos dos lectoras, somos muchos más. Gracias por escribir y además tu regreso ha sido muy bueno, esos post están muy bien.

mangelacosta dijo...

Muchas gracias por asomarse al blog, pero sobre todo por sus comentarios que me dan ánimos...