martes, 23 de junio de 2009

Hay noches cuando tengo sueños luminosos. Ayer, por ejemplo, platicaba por telepatía con una bebé. Nos burlábamos de la preocupada madre. Todo era claridad. La bebé comía arroz con leche. Ambos reíamos.
Hay tardes cuando tengo charlas luminosas. Ayer platiqué, no mucho tiempo, con Pepe, pero las palabras, lo dicho, esa forma de comunicarnos, el whisky, el café... Ambos fumamos.
Hay días cuando disfuto de amigos luminosos. Por ejemplo la tarde cuando El Negro y yo proyectamos hacer un podcast de literatura y tecnología y todo cuanto me decía me parecía genial. Ambos imaginábamos.
Hay amaneceres que son luminosos. Hoy, por no ir muy lejos, el día estaba nublado, hacía frío, pero ella estaba a mi lado y, aunque molesta por tantas veces que la besé para despertarla, tenía la placidez que a veces nos da la felicidad. Ambos despertamos otro día juntos.
Hay momentos luminosos... y son tan disfrutables.

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