jueves, 7 de mayo de 2009

Me cuesta trabajo hablar de lo que escribo, casi siempre me refiero a ello con palabras vagas, como si no tuviera la importancia tan grande que le doy. Últimamente he pensado mucho en ello, en si el camino elegido es el correcto (¿se puede saber en realidad?), si hay algún guía que uno pueda seguir, un manual, algo que le permita a uno no sentirse tan solo.
Ayer, por ejemplo, llegué a casa y abrí el archivo de "algo" que un día quedó incompleto, pero que me ha ocupado muchas noches. Es sobre una mujer que abre las cortinas de su casa y se piensa un cuadro pintado en diferentes estilos cada ocasión. Del otro lado, un vouyer atormentado por la enfermedad de su hijo, ve en ese espectáculo (el abrir de las cortinas) lo único digno de esperar a lo largo del día.


Cuando lo redacté, tenía en la cabeza a Octavio Paz y Elena Garro, en su casa de la Condesa, admirando a la esposa de Franscisco Tario, Carmen Farell. Esa imagen me ha atormantado muchas veces, la de la mujer que jamás imagina ser vista, pero que es parte de un juego recurrente de los vouyers. Paz y Garro, cuenta la historia, decían: "hoy tiene la belleza de un Botticelli".
Ayer, con la cabeza vacía y a la vez llena (no sé cómo explicarlo mejor), revisé lo escrito y hallé fallas, no supe cómo continuar la historia. Me quedé con los dedos sobre el teclado sin saber si cerrar el archivo, borrarlo o simplemente apagar la computadora. Trate de imaginarme nuevamente al hombre oteando a través de un ojo de buey, fisgoneando a la mujer que abre las cortinas y desea ser vista; imaginé la noche en esa casa llena de martirio por la enfermedad del hijo, al hombre con la barba sin rasurar, con su espalda moliéndole la vida; lo imagine tarareando esa canción que ahora escucho recurrentemente, el son de La Bruja; lo pensé deseoso de tirarse a la cama y dejar de pensar, de sentir, de creer, de buscar, casi lo podía escuchar susurrando sucede que me canso de ser hombre, y casi pose los dedos sobre las teclas, mas no me atreví a continuar con eso que ni yo mismo sé a dónde va, o más bien, por dónde va (el final lo tengo y también el desarrollo, pero no lo he escrito, a eso me refiero). Por eso, tras mirar la pantalla por algunos minutos, tras fumarme dos cigarros, decidí tirarme en la cama, abrazar a mi esposa y recitar en la mente, como repitiendo lo dicho por otro también: sucede que me canso de ser hombre (...) sólo quiero un descanso de piedras o de lana...

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