miércoles, 6 de mayo de 2009

El viernes vinieron a la casa un amigo de mi esposa y su novia, ambos escritores. Comimos y platicamos mucho rato, sobre todo de literatura, de chismes, de autores. Ya de noche comencé a preguntarles, quizá con una obsesión inusitada, sobre sus proyectos literarios, sobre su forma de escribir, sobre sus métodos, sus metas.
—Es que hace mucho no hablo con un creador, por eso —me justifiqué ante mis cientos de preguntas.
Cuando se fueron (tenía la esperanza de que se quedaran a dormir y así desvelarme platicando de libros), me quedé con la idea de los diferentes caminos que hay en la creación.
Hoy, por casualidad, me encontré con Toño y platicamos brevemente. La literatura, o lo que yo considero literatura, se filtró en nuestra plática.
Es curioso como las cosas se acomodan, pues también hoy le entregué a un compañero del trabajo unos cuentos que me había compartido (tenía meses sin poderlos leer).
"¿Cuántas personas que conozcan quieren ser escritores?", les pregunté a nuestras visitas aquella noche. "Todas", contestaron.
Luego platico con Toño y pienso en todos los que concursaran por una beca: él y los amigos de mi esposa lo harán. También reflexiono en todos los orginiales que se mandan a las editoriales: mi compañero está preparando un libro para someterlo a dictamen, Toño me cuenta que O. lo ha hecho ya.
Y de entre toda esa gente: a cuántos publican, a quiénes realmente les importa publicar, cuántos se conforman con escribir en sus blogs poemas, cuentos, historias; cuántos sólo quieren que alguien los lea.
No sé por qué cuando hablo de literatura termino por toparme con tantas interrogantes... Espero, algún día, encontrarme con una sola certeza.

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