lunes, 20 de abril de 2009

El hombre detiene al vendedor. Le pregunta si siempre ha de encontrarlo ahí. Le pide su nombre y comienza a explicarle que anteriormente el producto comprado no sirvió. Sigue con su queja, diciendo que ya no se puede confiar en la gente, que si le garantiza que el producto servirá a la perfección. Y el vendedor, asiente, mueve la cabeza, responde a las preguntas. Tras el pago de una moneda, el comprador queda satisfecho, dejando que el vendedor se aleje sin ningún reclamo más.
Las personas alrededor de la compra-venta mueven la cabeza intentando demostrarle al comprador que tuvo razón su reclamo. Yo los miro y me entristezco. Así de grande es nuestra desfachatez, nuestro descaro. ¿Por qué? El vendedor era un vagonero que vendía cd's piratas; el comprador: un hombre que pagaba con una moneda de 10 pesos esa mercancía.
A diario nos quejamos de la corrupción, de la deshonestidad de los políticos. Nosotros, ¿hasta cuando seguiremos imitándolos? ¿o es que necesitamos robar millones para también ser corruptos? Yo no lo creo, pero no sé qué piensen los demás...

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