miércoles, 15 de abril de 2009

Diario le envío un correo con los datos necesarios para entregar un trabajo conjunto. Es mi compañera en la oficina y hace años tuve un pleito con ella que provocó nos dejáramos de hablar. Luego, mucho tiempo después, leí Mr. Vértigo,me reconcilié con la vida y sinceramente le pedí disculpas a esta joven por el problema añejo.
Aquel día me respondió que por ella las cosas estaban bien, sin que cruzáramos palabra más que para lo laboral. Me sentí ridículo y de camino a casa me dio por arrepentirme. 24 horas después aceptó mi disculpa y empezamos un diálogo de frases cortas, de monosílabos. De eso ya hace más de dos años.
Ahora entra a mi oficina y de vez en cuando hace un comentario como para sí, en ocasiones agrego algo, pero la mayoría de las ocasiones sólo sonrío. Procuro, además, cada que debo hablar con ella, mirarla a los ojos, demostrarle con hechos que aquel pasado ya no existe más.
Decía que diario le escribo un correo electrónico y procuro desearle buena tarde, que tenga una buena semana, cosas por el estilo. Una vez estuve a punto de dejar de hacerlo, pues sentí que se burlaba de esa forma de tratar de comunicarme con ella. Sin embargo, supe también que después del problema tan fuerte no podía cambiar nuestra manera de vernos de un día a otro.
El lunes, como es costumbre, le envíe los datos necesarios para completar nuestro trabajo y, para evitar repetir un "que tengas un excelente día", simplemente apunté: ¿Qué tal tus vacaciones, cómo te fue, qué hiciste?
Sorprendentemente ayer recibí un correo de su parte, contándome sus peripecias para comprar un boleto para el concierto de Depeche Mode, la forma como pasó los días de asueto. Al final de su respuesta, no había pregunta que permitiera continuar con esa conversación, no había un "y tú qué hiciste", ni nada por el estilo, pero me sentí feliz al saber qué ha sido de ella.
Hace tiempo le dijo a mi esposa que un día deberían ir a tomarse un café y a mi esposa le entusiasmó la idea.
¿Cómo explicarle ahora a La González que muchas veces me gustaría sentarme a platicar con ella sobre cosas que no son del trabajo, que muchas veces me gustaría invitarle un café e irnos a caminar para llenar esos huecos que fueron formándose entre nosotros? No lo sé. Sin embargo, y lo digo de corazón, ahora, cada vez que la miro, deseo que sea muy feliz, que su vida vaya caminando de la mejor manera.
A lo mejor un día me anime y le cuente cómo fue que aquellas pláticas hace casi diez años, por las tardes, cuando íbamos juntos a la Facultad de Arquitectura a comprar capuchinos, me ayudaron a tener una excelente tarde, una excelente semana...

2 comentarios:

Psic. Perla Guijarro dijo...

Es difícil, a veces, volver a reconstruir lo que con una pelea destruímos. Lo digo por experiencia. Actualmente, todo se perdió con mi mejor amiga por un pleito que jamás debió haber iniciado y al final, como tú dices, yo sólo quiero que sea feliz, aunque yo jamás me entere ya de ello.

Saludos!

Ogirdor dijo...

Just do it.
Si no eres claro diciéndole lo que quieres la gente se tensa y las relaciones se vuelven ríspidas, como esta.