jueves, 26 de febrero de 2009

He escuchado de un hombre a quien le jugaron una broma: todas las personas a su alrededor le cambiaron el nombre por el de uno muerto. Así, el hombre no supo qué hacer y creo que terminó asumiendo la vida del otro, que es como un suicidio pero en vida.
Ayer platicaba con Pepe sobre un libro.
—¿Y qué tal? —, preguntó.
—Pues no sé, había leído un fragmento que me había gustado, por eso lo leo, pero creo que no trata de lo que en un principio pensé. Estoy a cinco páginas de dejarlo.
—Tú y tus fragmentos y los libros que no terminas de leer —(¿ya le había mencionado esa manía mía de leer fragmentos, entusiasmarme y a las 50 páginas dejar una lectura?)
No dije más. Hice como si asumiera su aseveración y caminamos y platicamos algunas horas más.
Es curioso, hace poco cuando lo topé en Filosofía y Letras, él juro que yo había dicho no comprar libros de editorial Anagrama, una vez anterior cito una frase que yo no recuerdo no sólo haber dicho, sino pensado. Pero él tiene una excelente memoria y por eso no puedo poner en duda cuanto me dice.
Y eso es sentirse como que alguien dentro de mí dice y hace cosas mientras yo no me encuentro en mi cuerpo, como si ese alguien estableciera máximas, dijera sentencias que tras algún tiempo me acarrearán problemas. Ayer tuve miedo de que Pepe me confesara que ya le había hablado de ese libro, tal como me sucedía cuando hablaba con Lona.
¿Acaso no estaré muriendo de a poco y dejando que Lona resucite en mí? Qué pasaría si de repente alguien me llamara "Lona" o si de pronto comenzara a desaparecer en medio de la gente, una tarde, en la estación Balderas y me perdiera para siempre, provocando que Pepe también inicie una búsqueda y al final repita este macabro juego de ser el espejo de alguien más.
Hoy por la mañana me miraba al espejo y descubrí pequeñas manchas en mi cara que nunca había observado (Lona estaba llena de pecas), y estuve a punto de tomar un libro que ya había leído (el pretexto fue revisar algunas cosas) y pensé en mis primos al ver una lagartija correr presurosa (tal como Lona rememoraba a su primo en una carcacha abandonada en un terreno baldío) y me sentí un poco melancólico (como Lona la última vez que la vi) y me arrepentí de una pregunta que le hice ayer a Pepe a la que no supo cómo responder (tal y como me dejaba Lona con algunas de sus interrogantes y sentí ganas de llorar (por Lona y por mí)...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si tu mal tiene remedio, ¿por qué te afliges? Y si no lo tiene, ¿para qué te afliges?