miércoles, 25 de febrero de 2009

Estoy en lo alto de un edificio, siento vértigo, pero a la vez soy muy feliz. Mi esposa se ha adelantado unos pasos, junto con La Gorda y su esposa, hacia donde cocinan unas carnes asadas. A mis pies está una ciudad que me parece nueva, como si nunca la hubiera visto. Atrás, unos pasos lejos, hay un camastro a donde cae pleno la luz del sol. El sol... Últimamente he tenido mucho frío, pienso, y busco una parte del techo en la cual caiga un rayo de sol. Lo hallo. Volteo la mirada y todo el frente de mi cuerpo recibe esa energía, se calienta poco a poco. Los ojos los siento arder, un calor que me viene de dentro, como si tuviera calentura, siento que están a punto de estallarme, sin embargo, me siento feliz, muy feliz.
Despierto. Abro los ojos y los siento calientes, en sí los glóbulos oculares. Es una mañana hermosa. Los ojos me arden. Recuerdo el nuevo tratamiento médico.
¿Acaso cometí un error en mi sueño al voltear al cielo y querer llenarme de sol?
Los ojos están a punto de reventarme.
Me siento feliz...

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