jueves, 26 de febrero de 2009

Por cuestiones del trabajo leo los periódicos y todas las notas que se publican sobre la Universidad. Este año, la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería invitó a José Emilio Pacheco a su recinto para celebrar sus 70 años de vida.
Es curioso el desdén de los medios por José Emilio Pacheco: una sola nota anunció su participación en la FILPM, cinco consignaron el hecho y una de estas cinco fue una columnista que a leguas se ve es admiradora del autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo.
Resulta extraño que publiquen más reseñas de eventos de Monsiváis, de Julieta Fierro... Por qué. Porque José Emilio Pacheco tal vez sea el escritor más importante mexicano vivo.
Traductor, prologuista, poeta, cuentista, ensayista, ha escrito miles de páginas sin que una sea un simple maquinazo. En cada uno de sus prólogos uno descubre algo nuevo, en cada cuento se reconcilia con las historias inventadas, en cada poema uno siente vivir mejor tras haberlos leído.
Dicen, además las notas periodísticas, que hacía mucho Pacheco no se presentaba en público. Mentira, a fines de 2008 asistí a sus pláticas sobre Federico Gamboa. Ahí pudimos preguntarle, platicarle, intimar con él. Dicen también las crónicas que quienes lo siguen son jóvenes. Mentira, también hay viejos, mujeres, adolescentes, treintañeros. Y sólo unas pocas notas refieren que este año publicará tres nuevos libros, como si no fuera importante.
¿Acaso sus libros no son suficiente aval como para que México se vuelva loco celebrando a este autor? ¿Por qué sí con Carlos Fuentes, escritor irregular (desde mi punto de vista)?
José Emilio Pacheco lleva nueve años sin publicar obra inédita, de vez en cuando realiza estadias como profesor en Estados Unidos, vive leyendo, estudiando y creando, es decir, no anda promoviéndose en eventos sociales ni pertenece a una mafia. José Emilio Pacheco es no sólo escritor, sino un intelectual lúcido, congruente consigo mismo. Basta leer cualquiera de sus libros, de sus reseñas, de sus prólogos, de sus traducciones, para comprender que Pacheco es el escritor mexicano vivo más importante. Eso no lo ven, no lo quieren ver, los medios; los jerarcas que organizan eventos "literarios"; no lo ven las autoridades mexicanas, ni las entidades académicas.
Supongo que a Pacheco no le interesa, pues para él basta platicar con uno de sus lectores, conversar un momento sobre sus poemas, detenerse y darles la mano, compartir segundos lúdicos y brillantes. José Emilio Pacheco, pienso, debe darse por agradecido cuando ve que es tan leído que sus libros son pirateados (por cierto, se sabe que cada que ve un libro suyo pirata, lo compra para evitar que la piratería se extienda), cuando un joven se acerca con una primera edición y se pone nervioso al pedirle un autógrafo, cuando un viejo quiere compartirle lo que sintió al leer Las Batallas en el desierto, cuando escucha a muchas personas cantar Las batallas (tan de Café Tacuba como suyas), cuando alguien ocupa uno de sus versos para sentirse completo y feliz.

No quiero responder ni preguntarme
si algo escrito hoy dejará huellas
más profundas que un casco desechable
o una envoltura plástica arrojada
a las aguas del Tíber.

Acaso nuestros versos duren tanto
como un modelo Ford 69
-y muchísimo menos que el Volkswagen.

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