jueves, 5 de febrero de 2009

Dice Mark Twain que los ideales duran mientras el hambre no llega. Ayer pensaba en eso, en eso y en una canción de Ana Belén en donde dice que le duele empezar un siglo diferente del que soñó.
Me explico.
Se trataba de un ejercicio de integración. Once personas, con oficios diferentes, debían decidir quien abordaría una nave espacial pues la Tierra estaba a punto de ser destruida: campesino, juez, policía, sacerdote, mujer embarazada, estudiante, homosexual, prostitua, monja, enfemera y maestra eran los personajes que debían deliberar. Sólo cinco se salvarían.
El campesino se salvó, al igual que la mujer embarazada, la enfermera, el estudiante y la maestra. En la primera deliberación se acordó que el sacerdote, por ser pederasta, no iría; el homosexual, por no contribuir en nada, tampoco; la prostituta, menos, y la monja... "la monja no sabe hacer nada". Se discutió un poco si iba el juez o el policía, la maestra o el estudiante, pero ganaron los primeros cinco.
Después, los seis que quedamos (yo era el sacerdote) debíamos empezar una nueva humanidad en la Tierra. Propuse que alguien dirijera nuestros esfuerzos, pero el policía dijo que no, que los líderes sólo buscan su beneficio; así que acordamos (ellos decidieron: el policía y el juez) que lo nuestro sería una democracia, donde con frecuencia habría asambleas y que nuestro fin último era el socialismo. La prostituta habría de redimirse, aunque no haría nada, pues seguro estaba infectada, la monja debía abandonar los hábitos y dedicarse a algo de utilidad, el sacerdote... en realidad yo no haría nada (eso me pasaba por pederasta) y el homosexual... "bueno, a fin de cuentas también es humano y debemos tomarlo en cuenta", señaló el juez con un libro de leyes bajo el brazo.
¿Socialismo? Sí, esos jóvenes de 20 años sueñan con el socialismo. ¿Líderes? No, sólo buscan su beneficio. ¿Iglesia? Está llena de corrupción y haraganes. ¿Homosexualidad? Son humanos, ¿no? ¿Prostitución? Siempre y cuando la redimamos.
¿No es extraño? Estos jóvenes libre-pensadores que sueñan con el socialismo, con el bien común, marginan a las creencias religiosas, a los homosexuales y a las prostitutas. Enarbolan la democracia pero sólo dos eligen qué hacer, hablan de corrupción y no piensan en un cambio. Creen que la solución de ese hipotético planeta Tierra se encuentra en ideologías que nos han demostrado no funcionar.
No lo niego, también hace diez años pensaba igual, pero creía que la mentalidad de los jóvenes había cambiado. ¿Acaso no se dicen tan incluyentes, tan liberales, tan modernos, tan pensantes? Esos cinco me dieron la impresión de no serlo, de estar llenos de frases hechas, de vivir con spots en lugar de ideas, me hicieron darme cuenta que el tiempo aún no pasa, que seguimos pensando igual, rechazando lo diferente y llenándonos la boca con la palabra pluralidad.
Ayer, ya de noche, leía la historia de Wendy, una joven maya, presbiteriana, mujer, que estudia en la Universidad de Quintana Roo. Su familia es pobre, pero se esfuerza porque los tres hijos estudien. A los padres no les importa joderse el lomo en un pueblucho con tal de que sus hijos salgan adelante. Wendy, por su parte, trabaja durante el verano para apoyar a sus papás y es de las mejores estudiantes en la licenciatura de Lengua Inglesa. Habla tres idiomas, sus maestros consideran que tiene potencial para cursar un doctorado, la monitorean pues tienen fe en ella.
¿Qué pasaría si Wendy viniera a la UNAM? Acaso tendría que soportar el rechazo de estos cinco jóvenes que son el futuro del país, como ellos mismos se nombraron...

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