lunes, 16 de febrero de 2009

De pronto le pregunté si quería un cigarro. Debíamos salir de aquel café y caminar por las calles. Era de noche, hacía un poco de frío y sus cerillos se apagaban a cada intento por prender un cigarro. y entonces todo fue caminar: por las calles aún transitadas; por la noche de una ciudad ajena a donde nacimos; rodeados por personas con prisas, cansadas; llenándonos de olores a gasolina, a suciedad, a desilusiones.
Caminamos Insurgentes y no hablamos de la infancia, ni tampoco de los buenos tiempos; sino del presente que en ese momento nos parecía agreste. ¿Cuándo me ha de tocar?, pensábamos sin atrevernos a pronunciar aquella frase, y caminábamos.
Empezamos en Eje 4 y terminamos casi al llegar a la Glorieta de Insurgentes, habíamos criticado, nos habíamos esperanzado y entonces parecíamos aquellos dos que hace 15 años corríamos de mañana, platicábamos de tarde y soñábamos a todas horas.
Caminábamos por Insurgentes y ya no teníamos el mundo a nuestros pies, pero sentíamos que aún nos quedaba carne para echar al asador; la ropa que vestíamos la habiamos comprado nosotros, ya no éramos aquellos cuyos sueños dependían de un sí paterno.
Caminábamos y sólo en pocas ocasiones nos mirábamos las caras, más bien íbamos mirando al frente, al piso, sin rememorar el pasado. Era como las tardes cuando nos bastaba estar juntos sin hablar, mirando una calle, una mujer a quien ambos amábamos ni tan en secreto. Caminábamos y de pronto dejamos de sentir frío, y dejamos de hablar en un momento (escasos cinco segundos) y dejamos de ser los adultos que ya somos y nos olvidamos de edades, de penas, de deudas...
Sólo caminábamos, caminábamos sin pensar a dónde habrían de llevarnos nuestros pasos.

No hay comentarios: