jueves, 12 de febrero de 2009

Aquella noche soñé que me dolía la boca. Estaba en la recámara de mis padres acostado en el piso, medio viendo la televisión mientras ellos dormitaban. Cuando de repente con la lengua sentí un diente flojo. Metí mi dedo en la boca y me fui dando cuenta que todos mis dientes estaban flojos. ¿Qué podría hacer? ¿Algún dentista podría componerme los dientes?
Sin embargo, con toda la angustia que el sueño me permitía, moví mi lengua con fuerza hasta tirar el primer diente. Así continué ante el azoro de mis padres, quienes habían despertado ante el crujir de tantos dientes en mi boca. No sangraba, sino que me salía una especie de baba negra. Tampoco sentía asco.
Una tarde antes, había dado por terminado un asunto. Por ello, de inmediato comprendí mi sueño. Todo saldría bien, auqnue me costaría trabajo, debía empujar con fuerza para que las cosas salieran como las planeaba.
Ayer, cuando me preguntó mi esposa cómo me sentía, le contesté con la verdad. No tan triste, aunque confundido.
Sé que todo ha de resolverse para bien, simplemente hay que empujar con mayor fuerza hasta que se caiga el diente...

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