sábado, 28 de febrero de 2009

Cuando comencé este blog, pensando en el robo de identidad y en que nadie supiera quién era el que escribía, decidí poner sobrenombres a todos los aquí mencionados (con dos excepciones: las figuras públicas y los muertos). Luego comprendí, gracias a mi juego, que en ocasiones un apodo dice más de las personas que un nombre: La Gorda, El Negro, El Catrín, Lona, La Güera, Lucha...
Ayer por la noche, a las 22:49 para ser exactos, sonó el teléfoco. Mi esposa estaba ocupada así que yo tomé la llamada. Salí de la casa para escuchar mejor:
—Bueno —, casi grite para que me escucharan del otro lado de la línea.
—(Dijeron mi nombre), ayúdame, unos señores me subieron a una camioneta.
Aturdido por el ruido dentro de casa volví a gritar:
—¿¡Bueno!?
—(Repitieron mi nombre) ayúdame, unos señores me subieron a una camioneta.
Me desconcerté al instante, la voz era semejante, sino igual, a la de una amiga que cinco minutos antes había llamado.
—¿Bueno? —, repetí para ganar tiempo, para poder pensar, aunque los nervios me lo impidieran, aunque una gran bola de saliva en la garganta me hizo casi sólo susurrar.
Observé el número telefónico del que me llamaban. No era el de mi amiga. Comencé a marearme y en fracciones de segundo recorrí todos los registros de voces de mi familia (casi acababa de hablar con algunos así que supe que ellos no podían ser, de los otros, sabía que a esa hora jamás andarían en la calle).
—Papá, ayúdame, unos señores me subieron a una camioneta —, y el llanto del otro lado de la bocina comenzó a penetrarme el corazón y se expandió en mi cuerpo en forma de un ligero estremecimiento.
Temblando, colgué y volví con mi esposa. Hice una breve oración y encendí un cigarro. A partir de entonces la noche ya no fue la misma.
Ahora qué puedo hacer. ¿Denunciar? Me da miedo. La línea telefónica no está registrada a mi nombre y sin embargo quienes llamaron lo sabían.
Lo pensaré este fin de semana, mientras mi hija está secuestrada por unos hombres que la subieron a una camioneta.

3 comentarios:

Orfa dijo...

Exactamente lo mismo le hicieron a mi mamá. Lo bueno es que con toda su sangre fría le importó cacahuates y colgó inmediatamente. Y lo bueno también es que mi voz es difícilmente imitable.

Orfa dijo...

¿A cuántas personas llamarán por hora?

mangelacosta dijo...

Chale, O, qué gacho que esto sea tan frecuente. A mi mamá también le pasó, y a mi suegra. A veces son hijos, otros sobrinos, algunas veces amigos.
Si de algo sirve, dejo el teléfono donde se puede denunciar una extorsión telefónica (al menos en el DF): 55 33 55 33.
Por cierto, eso de tu voz es buenísimo. Jajaja.