viernes, 7 de noviembre de 2008

El corazón de Luis, nos dice Francois Mauriac, es un nudo de víboras: ahí habita el rencor por la esposa, por los hijos, por quienes lo rodean sólo esperando el día de su muerte. Ya se saborean, piensa Luis, el dinero que he de heredarles.
Y así vive desde la noche de una confesión desafortunada de la esposa: un viejo amor tan bello que no servía para amar, sino para que lo amaran.
Entonces, piensa Luis, él es tan feo que merece amar y no que lo amen. A partir de ese momento, víbora tras víbora han de enredarse en su corazón hasta hacer la vida de la esposa algo peor al infierno.
Cuando ella muere, tras revisar algunas cartas medio chamuscadas, Luis ha de entender el real motivo del alejamiento de la esposa, Isa, y entonces el arrepentimiento llegará: todo ha sido provocado por medias verdades, por preguntas nunca hechas, por malos entendidos, por nunca atreverse a hablar de frente los problemas que sufre un matrimonio.
Ayer recordaba la historia mientras viajaba a Pachuca y aunque mi ánimo era mortuorio, no dejé de percibir ese ligero chasquido que emiten las serpientes cuando rodean dos corazones alimentados con rencores pasados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre que abro tu blog me encuentro con sorpresivas coincidencias y esta vez no fue la excepción. Creo que a mí también las víboras me persoguen...

MR.