jueves, 23 de octubre de 2008

Amanezco solo, con frío. Sigo la rutina diaria e imagino que ella aún duerme, pero no lo consigo. No está su cuerpo para acoplarme a él cuando regreso con frío de haber prendido el boiler; no está para darle un beso en la mañana, nadie se asoma a la ventana para decirme adiós. A nadie apresuro, con nadie camino, a nadie despido. 
Está el celular, claro, pero ella ha de estar en alguna conferencia, en alguna entrevista. Así que tendré que esperar a que sea la hora de la comida.
En tanto, la extraño inmensamente.

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