jueves, 11 de septiembre de 2008

Temoc planea ir a la tumba de Morrison, dejarle una botella de tequila y -no recuerdo muy bien- un cigarro -¿de tabaco o mariguana?, no le pregunté. Le comentó que también debería dejarle una tarjeta de su Crystal Ship Band -un tributo a los Doors- en la que canta. Tal vez, de ser cierto aquel mito de que Morrison aún no ha muerto, algún día pueda venir al DF a escucharlos tocar.
Ya de camino a casa, pensando en la obra que pretende estrenar para inicios del próximo año, vuelvo a la tumba. ¿Y si todos lleváramos regalos a las tumbas de nuestros ídolos? ¿A qué tumbas llevaría obsequios?
Recorro con la mente mi librero en busca de mis escritores favoritos, pero a ellos no los iría a visitar; pienso en algunos cantantes, grupos musicales que me gustan, tampoco iría a verlos; pienso en una o dos personas de las que más admiro, y tampoco me siento confiado de ir a sus sepulcros; luego, convencido de las personas a quienes llevaría flores, doy gracias porque aún puedo platicar con ellas y sentarme a sus mesas a comer. Temoc es una de esas personas.

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