martes, 9 de septiembre de 2008

Mi mamá me llama por teléfono. Y de una plática superflua surge un mea culpa indirecto: "nos olvidamos, por trabajar, de los hijos, de darles el cariño que entonces requieren. Queremos acabarnos la juventud, el cuerpo, en conseguir el dinero que de viejos nos permitirá estar tranquilos. Pero a veces los hijos no entienden eso y creen que no los queremos. Uno no lo entiende hasta que ya es viejo... y ya es tarde".
Ayer, precisamente, en pensamientos les reprochaba ese abandono.

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