martes, 2 de septiembre de 2008

I
Con la tarde lluviosa, nos metimos a comer tacos al Borrego Viudo. Ella pidió únicamente de suadero, yo ordené también al pastor. Y mientras masticaba mis tacos cerré los ojos: "estoy en Pachuca, estoy en Pachuca", pensaba al reconocer ese sabor tan particular de los tacos al pastor sin piña ni cilantro, enrollados, en lugar de extendidos.
II
La doctora dijo que debo utilizar de por vida Eclipsol 30, algunas otras pomadas y cuidarme del estrés y del sol. Por la mañana, después de dejarme la cara como de mapache por la pomada que cubre el contorno de mis ojos, esparcí en el resto de mi cara un poco de eclipsol. Huele a playa, a coco, a protector solar. "Estoy en la playa, estoy en la playa", dije cerrando los ojos. Mi esposa rió.
III
El Metrobús viene a reventar, mi esposa se ha quedado en la estación a esperar otro Metrobús. No puedo sostenerme de ninguna parte, así que levanto un brazo y me sostengo del techo. Sé que mi esfuerzo es inútil al primer enfrenón. Ya a punto de bajar, un hombre se acerca y me pregunta si bajo en la siguiente estación. Niego con la cabeza, le sonrío. De pronto siento una mano tocando mi entrepierna, quiero pensar que alguien acomoda su mochila y en realidad el contacto es de la mochila y no de una mano (hay tanta gente que aunque volteo hacia mi entrepierna no puedo ver nada). Después, el hombre, con voz cavernosa, me toma la cintura con delicadeza y se excusa diciendo que no tiene de dónde agarrarse. Sonrió temeroso. Él sale del Metrobús y lanza una última mirada coqueta. "Hoy puede ser un gran día, hoy todavía puede ser un gran día", cierro los ojos ansioso por llegar a la seguridad de mi oficina.
IV
Es martes...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así que andas irresistible condenado. ¡Soy una amante de los tacos al pastor!, hiciste que se me antojaran. Hay unos callejeros muy buenos en Polanco, y sobre Álvaro Obregón, están unos decentes. Vamos por unos tacos acompañados de unas oscuras. Cuándo nos vemos. Dime dime. Abrazos.

Pech.