martes, 26 de agosto de 2008

En casa de mis padres hay una habitación que me da mucho miedo. Está bajando las escaleras a mano izquierda y está habilitada como sala. Casi nunca se ocupa y cuando alguien está ahí, es papá que va a devorar cigarros en tardes de mucho sol.
Del otro lado de la escalera está un baño, pequeño, casi ridículo por su tamaño, en donde el cuadro que ocupa la regadera, sirve de almacen para viejas libretas, despensa que no cabe en otros lados. A mí me gusta ir a ese baño.
La sala me da miedo desde que una noche soñé con una bruja que se reflejaba en un gran espejo que adorna ese espacio. Me miraba y sonreía. No era fea, puede que fuera hasta hermosa, pero estaba justo por encima de la cabeza de mi madre, quien dormía como hipnotizada y no podía hacer nada.
Desde entonces, he practicado diversos métodos para enfrentar ese miedo: algunas noches tomaba un cuchillo de la cocina antes de echar a correr por las escaleras; otras, comenzaba a rezar y de un brinco llegaba hasta el tercer escalón sin haber volteado a la sala; otras más, pasaba con los ojos cerrados, intentando creer que estaba en otro lugar.
Hace unos días, de mañana, bajé al baño y me encerré, como siempre hago. Arriba, en las recámaras, estaban mis sobrinos, mi hermana, mi cuñado y mis padres. Alguien preguntó por mí y a pesar de que grité fuerte, nadie pareció escucharme. Luego, con sus pequeños pasos, descubrí que mi sobrino bajaba por las escaleras alfombradas tal vez para buscarme.
—Hola —oí que decía su voz infantil —¿cómo has estado?
Imaginé que tal vez alguien más hubiera bajado sin que yo me percatara, sin embargo cuando no hubo respuesta comencé a inquietarme.
—Bueno, entonces adiós —soltó casi en un susurro y volvió a las recámaras.
Cuando salí del baño aún era el único en la planta baja. Me despedí de mis padres y tomé mi maleta. Y, a pesar de que mi hermana junto con su esposo e hijos me llevaron a la central de autobuses, tuve miedo de ver a mi sobrino el menor a los ojos, de preguntarle con quién había hablado unos minutos antes, pues temí que a él también le hubiera parecido que era una mujer hermosa.