domingo, 20 de julio de 2008

Sin recriminaciones

Ayer me preguntaba qué es un amigo. Lo pensaba mientras oía a una mujer hablar mal de quien supuestamente era su amiga. Después, la ofendida reviró con un comentario agrio, casi de mal gusto (sin saber, por cierto, que había sido presa de la lengua de su "amiga").
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Cuando me casé a quien yo consideraba una de mis mejores amigas no fue a la boda porque acudió al bautizo del hijo de una "compañera" de Facultad (tal vez no quería ser partícipe de eso a lo que todos consideraban el inicio del fin de un fracaso anunciado).
Otro amigo cuando necesita de una palabra me habla y me pide con urgencia que nos veamos, pero casi siempre está ausente cuando mantiene una relación amorosa estable o cuando se siente "mal" o cuando tiene algún otro compromiso de último momento.
Tengo un amigo a quien escucho el día de su y mi cumpleaños, pero nada más. Algún otro de quien me entero por mails cada mil años. Una más que espero cuando termine toda su vida académica pueda darse un tiempo para sentarse a platicar conmigo; y otro que veo cuando sentimos que empezamos a olvidarnos uno del otro.
Hay amigos que he perdido en el camino y extraño verdaderamente; otros que con sólo verlos los abrazo y sé que siempre estuvieron a mi lado; otros que basta con escucharlos para saber que los conozco como desde la última vez que nos encontramos y algunos que sólo sé de ellos por alguien que alguna ocasión los topó por la vida.
Antes pensaba que tener un amigo significaba compartir secretos, chistes, pláticas, gustos; luego creí que se trataba de poder estar a su lado sin decir una palabra y sentirse bien; después he terminado por aceptar que es imposible definir a un amigo, pues cada uno de ellos tiene sus particularidades, virtudes y defectos.
Con muchos de mis amigos me enojo o ellos se molestan por mis comentarios lanzados sin pensar demasiado. Pero luego nos damos la mano o nos reímos o nos alejamos el tiempo necesario, y al volvernos a encontrar, sin necesidad de que mencionemos la palabra reconciliación, sabemos que seguimos como antes (de los reproches, de los enojos, del tiempo compartido, de todo lo que una amistad puede resistir...).
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A lo mejor la mujer de ayer realmente sí era amiga de la otra, sólo que envidiaba esa felicidad a la cual no podía sumarse. No sé, sólo trato de entender un poco (aunque como siempre, creo que ya me enredé).

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo en dónde encajo??? juar juar juar...
salu2!! y un gran abrazo
El Negro!!!