viernes, 27 de junio de 2008

Una mujer le confesó a mi esposa que cuando le pidieron autorización para donar las córneas de su hijo recién fallecido ella se negó al principio. "Dígame, doctor", habría dicho, "¿con qué ojos va a ver mi hijo a Dios?"
Pienso esto al pasar por la calle Cuautla la cual, debido a que entró el Metrobús en el tramo sur de Insurgentes, fue necesario habilitar como calle de paso frecuente. Esto, entre otras cosas, significó que pusieran grandes y altas banquetas para que sólo pueda pasar un carro conviertiéndola en una calle de un sentido.
¿Y?
Justo cuando uno da vuelta se encuentra una cruz ahora semisepultada por una banqueta. Ahí murió alguien hace poco (no sé quién) y sus familiares pusieron una cruz de concreto a la que cada tercer día le ponían flores y le prendían una veladora. Hoy, con la banqueta tapando gran parte de la cruz, han dejado de llevarle sus recuerdos, aunque no sé si también sus oraciones.
¿Qué pensará la familia de ese difunto ahora que han puesto concreto encima de su alma? ¿No querrán romper, destruir, esa banqueta con tal de que el día del juicio final su difunto pueda salir sin dificultades a la superficie y resucitar?
No lo sé, pero seguramente al jefe delegacional o a quien se haya encargado de esa adecuación vial poco le importó el fervor con que los deudos llevaban flores y veladoras aun cuando las obras estaban ya avanzadas, aun cuando vieron cómo la cruz se iba hundiendo en una banqueta por la que nadie camina, aun cuando hubiera bastado una simple flecha de señalización en lugar de enterrar la fe simbolizada en una cruz.

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