domingo, 22 de junio de 2008

De camino ella me dice con seriedad: "Debemos recordar muy bien estos momentos, para que en un futuro, cuando te preguntes por qué visitabas solo la casa de tus papá, sepamos dónde estaba yo, por qué no estaba contigo".
Entonces abro la tapa del pozo y tiro la cuerda que me llevará hasta el fondo.
Cuando baja del carro y saco sus maletas, le digo adiós como si fuera a verla en unas cuantas horas, aunque ambos sabemos que pasaran varios días. La camioneta arranca y yo me enfilo rumbo a la casa ahora demasiado vacía.
Pongo el pie sobre la cuerda y comienzo a descender a la oscuridad.
Quisiera comprar cerveza, cigarros, abrir la puerta del balcón y emborracharme disfrutando de esa soledad pero...
En el fondo del pozo no hay nada que me distraiga, ni siquiera el silencio, así que empiezan las reflexiones, los pensamientos.
Visito a mis papás y aunque mi cuerpo está con ellos, algo de mí esta en la oscuridad de mi alma. Ellos fingen no notarlo, pero saben que no estoy bien.
No siento hambre, recuerdo algunos momentos específicos, pienso en los días que pasan, en los pendientes que quiero terminar antes que finalice junio, pienso que...
El fondo de mi pozo es una especie de medicina que poco a poco comienza a sanarme, quizá sea la soledad o el dedicarle tanto tiempo a la reflexión.
Cuando regreso a México, siento los hombros pesados, un dolor de cabeza que no me deja desde tres días atrás, sin embargo prendo la tele y procuro olvidarme de todo.
De repente tocan a la tapa del pozo.
Ella llama por teléfono, me dice a qué hora regresará.
Yo alzo la vista y dejo que el corazón vuelva a latir.
Cuando ella regrese del aeropuerto, estaré listo para salir de mi pozo...

1 comentario:

--------- dijo...

muchas gracias por publicar el post sobre los plaquettes, espero que esos versos cargados de insomnio te sean gratos...
daniel fragoso