martes, 6 de mayo de 2008

Le falta título

Como siempre hacía, aquella tarde de hace tres o cuatro años, mi esposa recetó a mi depresión por no escribir un sencillo (aunque complejo): "pues ponte a escribir".
Entonces la idea más "original" que tenía era un cuento donde se llevara a cabo un congreso de mendigos, pero por más que intentaba darle coherencia a la historia, nunca lo conseguía.
Al siguiente día, sin embargo, iba rumbo al trabajo en el vocho cuando me acordé de una exnovia (esa es la verdad) y del pueblo veracruzano donde había nacido. Yo tarareaba "Corre dijo la tortuga" de Joaquín Sabina (en especial la frase: "por dos veces el destino me hizo un guiño en forma de labios de mujer") y recordé un secreto confesado unos días antes: "a lo mejor le están haciendo brujería a su hermano, ya vez que su suegra es de Veracruz..." Entonces, surgió la idea: un hombre casado (por eso de la autoreferencia) deja a su mujer y acude a brazos de la exnovia, quien le dice que lo tienen embrujado. Él, al percatarse que la ex es curandera, piensa que quien lo embruja es ella y la maldice antes de regresar con su mujer. Al abrir la puerta de su casa descubre a su esposa haciéndole un trabajito de magia negra.
Me pareció que la historia era buena, pero después de intentar escribirla infructuosamente varias veces, la dejé en el cajón.
Meses después me inscribí en un curso sobre "preceptiva literaria" con Daniel Sada, curso que derivó en taller de novela. Ante la falta de una historia, volví a la idea de las mujeres y la brujería, mas después de varios meses de trabajo caí en la cuenta que escribía un cuentote y no una novela. La opinión de Daniel Sada me lo confirmó.
Por dos años traté de darle forma a la historia, cambiándole el narrador, el tiempo verbal, el punto de vista, hasta que el diciembre pasado, el curso no continuó y dejé la "novela".
Mi esposa, quien bromea pronosticando que cuando publiquen mis libros nos haremos ricos, me impulsó durante todos estos meses a continuar, y aunque le hice caso, la novela naufragó en muchas de mis obsesiones: el pensamiento sufí, la mística, el mesianismo, y dejó de ser lo que tenía planeado.
Cuando me di cuenta de este último cambio (a lo mejor hace un mes, mi esposa recién había leído los avances) decidí que lo mejor era tirar la mayor parte de esas cuartillas y escribir la historia tal como la pensaba: un hombre hereda de su padre muerto el poder de controlar muchas cosas, pero para heredar debe decidir entre ser la representación del padre a quien siempre odio o volver a la miseria que es su vida propia.
La semana pasada mi esposa anduvo en Monterrey. Yo, que suelo evadirme de la casa cuando estoy solo, me quedé a reescribir la novela que me ha ocupado ya tres años. Trabajé todas las tardes, siguiendo sólo la historia de Rodrigo, Rutilo, Silvia, Joaquín y la vieja. Escribí por horas, hasta que las muñecas me dolían de cansancio. Redacté, corregí, borré, fu´mé. Más tarde, cuando de vuelta al Distrito Federal mi esposa me preguntó que había hecho durante su ausencia, con cierto pudor le respondí: terminé la novela.
Viene lo más difícil: la corrección, pero al menos ese fantasma que durante tantos meses me había acompañado, ahora ya está en papel.
Con el tiempo veremos qué pasa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dicen que hay que esperar a que la inspiración llegue para escribir, sin embargo yo pienso que hay que obligarla a salir de donde se haya escondido.

La mía anda extraviada, pero ya puse un anuncio pues me urge encontrarla o de plano mi tesis naufragará.

PD.: Que bueno que la tuya apareció amigo.


MR.