jueves, 7 de febrero de 2008

Hace ocho años el 6 de febrero fue domingo. Yo estaba con mi familia, en Querétaro, celebrando el cuarto cumpleaños de mi sobrino el mayor. El televisor mostraba a Chabelo y yo aún seguía dormido.
—Despiértate —, me removió mi papá en la cama —. Se acabó la huelga en la UNAM, lo dijeron en las noticias.
Y sí, con la entrada de la Policía Federal Previntiva terminaba lo que Juan Ramón de la Fuente llamó una "larga noche".
Pero en ese momento sólo se me ocurrió pensar en Cuatro-mil-paz, la amiga revolucionaria que durante nuevemeses había hecho de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales su casa.
Era, no sé si aún lo es, morena, corta de estatura, de labios gruesos, de mirada pesada y era descendiente de una vieja chamana de Oaxaca, a quien ella simplemente le llamaba con cariño "la bruja de mi abuela". Usaba siempre pantalones y su trato era rudo, lejano a cualquier contacto físico. Asustaba a muchos huelguistas leyéndoles las cartas, adivinando más por su trato cotidiano, que por alguna suerte de quiromancia. Y era, ante todo, mi amiga, una de las tantas madres que he adoptado en mi vida.
Esa mañana, por eso, lo primero que se me ocurrió fue llamar a su casa para saber si ella estaba bien.
Cuatro-mil-paz contestó: molesta, indignada por la ofensiva del rector, por la intolerancia del gobierno, gritando "presos políticos libertad", habría que ir al Reclusorio Norte, rescatar a los compañeros, botear para conseguir las fianzas.
Ella, por suerte (buena para mí, mala para ella pues no había sido una más de las mártires de la democracia), la noche anterior había ido a su casa a descansar, a bañarse...
Siempre creí que una simple denominación era lo que nos separaba: ella era REVOLUCIONARIA y yo reformista.
Lo último que supe de su vida fue que trabajaba en un kínder, no sé si como maestra, como trabajadora social o como directora al estilo Tronchatoro (la de Matilda). Ella había estudiado sociología.
Ayer, 6 de febrero, sólo 200 personas marcharon para conmemorar la entrada de la PFP a CU. Dudo que alguno de ellos haya estado en el 2000. Sin embargo, coincidentemente, ayer los diarios publicaron declaraciones de activistas de 1968, quienes reconocieron que lo único que les hizo falta, en lo que fallaron, fue en sentarse a dialogar.
A lo mejor a nosotros, a los que estuvimos un día, una semana, un mes, dos, nueve, en la huelga de 1999 también nos hizo falta sentarnos a platicar...
Pero de eso ya nadie se acuerda, pues nuevamente sólo hay dos bandos: los radicales (a quienes erróneamente siguen llamando CGH) y los intolerantes (o sea, las autoridades), a pesar de ser otros los que ahoran habitan ambos bandos...
¿Será que 6 de febrero sí se olvida?

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