jueves, 7 de febrero de 2008

Aumento de sueldo...

Venía pensando en el carro en la primera vez que pedí un aumento de sueldo. Tendrá 22 ó 23 años.
Trabajaba entonces con mi papá, me levantaba a las 6:30 y nos íbamos a la central de abastos a comprar la fruta y la verdura. Él me compraba un taco de barbacoa y a eso de las ocho de la mañana abríamos el puesto. Luego había que acomodar la verdura fresca, sacarle brillo a los jitomates, pelar las cebollas, arreglar los canastos con champiñones, con coles de bruselas. Más tarde, preparábamos los pedidos (entonces del Hospital General y del Hospital Psiquiátrico), los entregábamos y volvíamos para barrer el puesto, acomodar cajas, seguir en la chamba, pues.
En vacaciones, que era los periodos cuando más tiempo pasaba en el Mercado Primero de Mayo, mi papá me pagaba 7 pesos cada dos días. Mucho dinero, por cierto, para un niño de seis años.
No recuerdo si vi algún juguete que me gustó y no tuve dinero suficiente, o si quise algo que mi presupuesto no cubría, así que sin tener en cuenta que las ventas no eran muy buenas, una mañana le pedí a mi papá un aumento. Creo a 12 pesos cada dos días.
Él se rió. Sin embargo, tomó con seriedad el asunto cuando al día siguiente me negué a pelar un costal de chícharos. Tras darme unas patadas me corrió.
Creyendo que todo se solucionaría cuando mamá hablara con él y le explicara la injusticia que cometía, tranquilo me fui a casa, pero para mi sorpresa ella me regañó e hizo que volviera al mercado.
No se habló del aumento de sueldo mientras descargué varias cajas de verduras, ni cuando limpié el costal de chícharos, ni mientras hice cientos de letreros con los precios de la mercancía.
Al día siguiente, al finalizar mi jornada, mi pago llegó puntual, sólo que fue de 5 pesos.
No tuve el valor suficiente para protestar.
Quizá de ahí mi miedo a pedir hoy en día un aumento de sueldo...

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