lunes, 7 de enero de 2008

Los pasillos se han ido vaciando, los pocos que quedamos estamos hambrientos. Por la preocupación nadie se ha acordado de comer. Hace frío y tenemos que escondernos de los policías, no sea que nos descubran y nos pidan salir.
Las mujeres embarazadas entran y salen, caminan para pronto dar a luz. Son muchas, demasiadas. Ha entrado un hombre chorreando sangre y hablando por celular, ha llegado una ambulancia con una viejita que unas horas más tarde morirá, un paciente de urgencias sale de vez en cuando del consultorio y fuma tranquilamente, todos estamos resignados a pasar la noche de año nuevo en el hospital.
Cuando de pronto llega un hombre con dos grandes bolsas. Dos niños van detrás de él. Comienzan a repartir tortas y frutsis, refrescos, sonrisas. Las tortas saben exquisitas. Todos agradecemos.
Unos minutos después llegan más tortas, todas riquísimas, café, atole, un hombre repartiendo juguetes a los niños que aburridos han pasado todo el día en la sala de urgencias.
Pronto serán las once de la noche, empezará el horario de visita, pero antes una mujer llega y nos invita a cenar a su carro, lleva pierna enchilada, codito en crema de chipotle, ponche; otra más nos regala tamales verdes (humeantes), nos miran con cariño, como si nos conocieran de años, y ya que se han cansado de repetirnos que comamos más, que si queremos nos dejan más comida, un hombre, el que llevó el ponche nos dice: "Somos la familia x y sabemos que están pasando por momentos difíciles. Por eso hemos venido a compartir con ustedes estos alimentos y les queremos decir que nuestras oraciones de esta noche, mientras estemos cenando, será por sus parientes que se encuentran enfermos, y por ustedes, que esperemos al menos nos regalen una sonrisa. Pues estamos seguros que mañana tendrán un día mucho mejor".
Tengo un tenedor en la mano, estoy satisfecho o al menos no siento hambre, pero al escuchar a aquel hombre se me escapa una lágrima, y pienso en mis padres, en mi hermana, mi cuñado, mis sobrinos, mi abuela, mis tíos, mi suegro, mis concuños, mi esposa y en mi suegra que está recostada en una camilla.
Alzo el tenedor y pruebo la pierna enchilada y doy gracias a Dios por los alimentos (tal como hacíamos en la infancia), por mis familiares vivos, sanos, y por el hombre, la mujer, los niños que nos llevaron algo de cenar y me hicieron confirmar en que el mundo aún es algo bueno, que la vida es algo excelente y que el 2008 será un año lleno de bendiciones.
Luego mastico y le sonrío al hombre que está a punto de abandonar la sala de emergencias...
Pronto serán las 12 de la noche.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Miguel:

Espero que tu suegra ya esté mucho mejor. Cualquier cosa que necesiten tú y Luisa háblenme.

Ya verás que este año TRAERÁ CONSIGO COSAS BUENAS.

MR.

mangelacosta dijo...

Muchas gracias

Anónimo dijo...

MIGUEL:

UN ABRAZO ENORME PARA LUISA Y OTRO PARA TI. DESDE AQUÍ LES ENVÍO TODA MI BUENA VIBRA. POR FAVOR, COMÉNTANOS CÓMO SIGUE SU MAMÁ.

PECH.

mangelacosta dijo...

Ya todo está muy bien, gracias.