lunes, 7 de enero de 2008

No dejo de pensar en ello...

Me sorprende que mis sobrinos sean tan poco crédulos. Qué habría sido de ellos de nacer en mis años, cuando creíamos en todo: en el ratón de los dientes, en el chupacabras, en la llorona.
Lo pienso desde hace unos días, cuando la abuela se sentó a la mesa y nos comenzó a contar de su infancia: "mi papá era un hombre malo, de verdad malo", y nosotros, mi esposa y yo, escuchando con atención.
"Pero sabía mucho, nos llevaba, a mi hermanita y a mí, caminando por los montes, de noche, incluso una vez vimos unas sirenas". Entonces empezamos a preguntarle, como queriendo que caiga en alguna incosistencia que demuestre que miente, pero: "íbamos de noche y por un camino muy estrecho, donde sólo cabíamos caminando de uno en uno. Andábamos lejos de mi pueblo. Cuando mi papá nos dijo que íbamos a escuchar un canto muy bonito, pero que no debíamos voltear a ninguna parte, porque eran las sirenas, y si mirábamos para donde venía el sonido, nos enbrujarían y nos llevarían con ellas.
"Y sí, de verdad, pasamos y se oía un canto muy bonito, pero no volteamos y nos seguimos de frente, hasta que dejamos de escuchar esa música y en descampado nos quedamos a dormir".
¿Pero no que las habías visto?
"Pues sí, al día siguiente, mi papá nos dejó ahí mientras él iba a un pueblo. Él era zapatero, ponía suelas, reparaba huaraches, las mujeres salían con sus zapatitos todos rotos y él se los arreglaba".
¿Y las sirenas?
"Ah, sí, le dije a mi hermanita, mira ven, vamos a ver por allá, y ahí estaban, eran unas mujeres hermosas, rubias".
¿Y cómo eran?
"Pues como dicen, estaban desnudas de aquí para arriba (y señala desde su estómago hasta el cuello)"
¿Y la cola, se la viste? (la abuela ríe)
"No, pues no, pero eran sirenas. A esa hora no cantaban y por eso no podían embrujarnos, pero en las noches... Tenían el pelo muy rubio, ondulado, les caía hasta la espalda, así, muy bonito"
Y así continúa con sus historias, con su padre atado a un árbol y algunos soldados dándole ramazos, o su padre dándole un balazo a su madre, dejándola sin el dedo pulgar, y la madre diciendo que iba con una comadre y nunca regresó, y la abuela (todavía niña) siendo regalada en decenas de pueblos, siendo abandonada en Pachuca, siendo panadera, siendo sirvienta, siendo miles de cosas, miles de imágenes que se forman alrededor de una mesa, donde la abuela fabula, y cuenta y se pregunta por qué sus bisnietos no creen sus historias, y yo mientras, con sirenas en la mente, recordando las noches de mi infancia cuando me quedaba a dormir en casa de la abuela con tal de escuchar las miles de historias que nos contaba antes de dormir...

No hay comentarios: