lunes, 17 de diciembre de 2007

Ahora tiene la costumbre de amarme en este segundo y odiarme en este otro. Lo dice con desenfado, como si fuera algo muy normal. Después me mira y sonríe (en ese momento le caigo bien), pero después vira la mirada hacia otro lado (y sé que me desprecia).
Mientras duerme sé que ni siquiera me conoce, mas cuando suena el despertador y observa que yo ya estaba despierto, se enfurece y me odia profundamente, lugarcomunmente. Cuando preparo el desayuno creo que no le soy indiferente, y cuando le digo adiós con un beso casi imperceptible, siento que tiembla y llega a quererme.
A veces llora y me repudia, otras brinda y me cree un conocido, pero cuando se me olvida algo, cuando se me olvida algo que ella esperaba, cuando olvido eso que ella imaginaba yo debería saber, me detesta y me escupe su coraje. Por suerte son pocas veces, y sólo le dura unos instantes (ni siquiera segundos) ese humor. Luego me acerco a ella y descubre en mis ojos que la amo, que es la mejor cosa en el mundo que me ha pasado y junta sus largas pestañas y se deja besar, con ternura, pues sabe que estos seis años que hemos pasado juntos han sido de aprendizaje y por lo tanto, a veces las cosas no son como quisiéramos.
Luego me ordena no hablar de ello, borrarlo de mi mente, me prohibe escribirlo, mas en el fondo sé que cuando la desobedezca, ella terminará por perdonarme...

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