jueves, 2 de agosto de 2007

Ayer el consomé, el arroz y los guisados se enfriaron, y fue necesaria una hora para que termináramos de comer. Ella se veía mucho mejor, y a pesar de ser la pedagoga de los ojos tristes, el resto de su cuerpo contrastaba esa impresión: se veía completamente feliz.
Hará un año que estuvimos en el mismo lugar, comentando de la vida, de la ocasión cuando nos conocimos, de los alejamientos y de todo lo que en ese lapso nos había ocurrido. Al final de aquella tarde además de una comida compartida, me alejé de la pedagoga con una historia que resultaba inverosímil: la de un sueño, una muerte y un destino.
Pero ayer fue diferente, sobre todo porque ella estaba feliz y nos mirábamos permanentemente. Sí, nos veíamos a los ojos y por eso era difícil comer, pues no agachábamos ni siquiera la mirada mientras platicábamos.
Ella me contó de la luz que ahora rodea su vida, de una nueva relación, y a cada palabra, algo en su postura refelajaba a una persona diferente a la que conocí hace siete años.
Como siempre, yo volví a mi plática sobre Mr. Vértigo, Brian Weiss, el destino y las personas que nos rodean; como siempre, me perdí en mi plática y de repente ya no hallé un asidero para lo que postulaba; y, como siempre, terminé diciendo lo primero que se me vino a la mente: "somos la generación de la esperanza".
Ella rió, aunque no sé si de la frase o porque actualmente siempre sonríe. Y salimos a la tarde caliente, caminando rumbo a Ciudad Universitaria, deshojando aún los sueños que ya se están realizando (diría se realizarán, pero ella cree que debemos decretar nuestros deseos en tiempo presente).
Y en ese momento, casi a punto de atravesar Eje 10, ella soltó una frase que hasta el momento no deja de martillearme el alma: "la gente lo único que necesita es que la miren a los ojos".
Es curioso, porque eso, mirarnos a los ojos, es lo que estuvimos haciendo durante todo nuestro encuentro. Tal vez por eso cuando la dejé a las afueras de la Facultad de Filosofía y Letras me sentía feliz...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tus duermevelas me quitan el sueño, es adictivo el leérte.
Estoy de regreso...
Åj, eller hur?