miércoles, 1 de agosto de 2007

Tengo llamada.
Escucho a La Gorda del otro lado del auricular.
Lo oigo contento, como si recién hubiera salido de una resaca sentimental.
Me platica, me cuenta, me dice...
Al final, tras 40 minutos, tal vez más, cuelgo el teléfono con un sentimiento en el pecho: la dicha de escuchar a un amigo feliz.
El día no podría tener mejor comienzo.

1 comentario:

Ogirdor dijo...

Yo me siento feliz cada que te escribo en el messenger. En realidad siento que me pones atención y que lo que te cuento lo escuchas y no sólo me oyes.