martes, 31 de julio de 2007

Ayer regresé al trabajo tras 20 días de vacaciones.
Lo hice gustoso, con muchos ánimos. Sin embargo, no estaban La Gorda y sus pláticas que levantaban el ánimo; ni el Vizconde, con sus chistes fáciles, de esos que me encantan. Sólo estaban compañeras con desánimo, hartas del trabajo, cansadas de estar descansando...
Me sentí triste.
Por suerte platiqué por el msn con el Vizconde.
De repente La Gorda salió a la plática, con sus tristezas a últimas fechas, con esa seridad que le va tan mal, con esa adultez que lo hacen extraño.
-Si se tira al suelo, tal es porque quiere lo levantes -me dijo el Vizconde.
Y estuve pensando en eso toda la tarde. ¿Cómo decirle a La Gorda que la tristeza no va con él, que la preocupación en su voz lo hace sonar raro, que recuerde las pláticas superfluas, los chistes malos, las burlas compartidas?
No sé, no pude llegar a una conclusión.
La Gorda es mi amigo y no me gusta escucharlo mal. Quisiera decirle que todo estará bien. Me gustaría hablar con él y saber qué ha hecho de su vida, y no tanto de su vida de "desempleado".
Sé que en cuanto se habitúe va a estar mejor, pero creo que no puedo hacer mucho por él, pues la soledad, el tiempo libre (cuando no lo hemos experimentado solos) únicamente puede ser superado, disfrutado cuando uno mismo lo comprende, se acostumbra.
Quizá hoy le llame por teléfono y espero oír que me diga nuevamente "Chabela", "Chino", "Amarillo-come-ratas", y no que me llame por mi nombre, como su seriedad lo obliga... (al menos él así lo cree)

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