martes, 17 de julio de 2007

Mi esposa dice que debo escribirlo, y sé que tiene razón:
Cuando entregué el libro a la editora de Era, ella lo tomó como si fuera simplemente una promoción de pizzas, un sobre con deudas, el aviso para una junta de barrio.
Ella no sabía (quiero imaginar) que le estaba entregando año y medio de esfuerzo, noches de insomnio, frustaciones, alegrías...
No sé, tal vez así son las cosas.
Sólo que yo las imaginaba de otro modo.
Y por eso en la noche estaba melancólico.
Quizá sólo era la tristeza por haber dejado al libro caminar solo, sin poder hacer ya nada más por él...

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