lunes, 25 de junio de 2007

Recuerdo que papá se levantaba a las seis de la mañana, se bañaba, me preparaba un licuado, alistaba mi lonchera y se iba a la Central de Abastos a comprar la mercancía que le faltaba en el puesto. Después, me llevaba a la escuela y se dirigía al mercado 1º de Mayo.
Esa fue su rutina muchos años, quizá todos los de mi niñez y adolescencia.
En aquel tiempo, hace 20 ó 25 años, le detectaron diabetes, y a pesar de que los primeros meses adelgazó mucho, luego se repuso y continuó su vida normalmente.
Algunas ocasiones cuando se sentía cansado se tomaba una pastilla (diclofenado, paracetamol, naproxen, etc.) y engañaba a sus dolores por unas cuantas horas y continuaba con su rutina.
No me acuerdo haberlo visto quejarse de flojera (de cansancio sí, pero ya en sus últimos años de comerciante), ni de que hiciera frío o le molestara ir al mercado a ver malas caras.
Por eso, ahora que amanezco con pereza pienso en él, engaño mis cansancios con una pastilla de recuerdo (de mi papá) y me dispongo a preparar el desayuno, a ir a trabajar, a soportar el cansancio, como una forma de celebrar que mi padre aún vive, y me ha enseñado muchísmas cosas...

1 comentario:

A. dijo...

te entiendo perfectamente. Solo que yo no como nada, me salgo a correr cuando me acuerdo de mi papá o, en su defecto, me voy a correr con él cuando voy a Monterrye.