lunes, 11 de junio de 2007

Por momentos como estos...

A través de la ventana sólo se ve una pequeña parte de la iglesia de Tlalpan. Algunos carros pasan por la calle y la noche se ha vuelto helada. Mi esposa habla acerca de la manía de los cubanos por hacer alegre incluso el bolero más triste. Dice que la flauta transversa, la voz estrujante, la guitarra que se niega a la tristeza... en fin... el "guaguancó" que alguna vez promocionaba Andy García en un comercial (creo que de Bacardí).
Estamos dentro del Bistró Tamayo. Es sábado y ha sido un día difícil. Ella quería ir al teatro, pero yo estaba cansado. Apresurados, hicimos el quéhacer de la casa para después irnos a la calle, pero me ganó la flojera. En fin, que a las diez de la noche ya no aguantábamos el hambre y decidimos salir a "comer".
Quería ir con el Goofy (quien vende hamburguesas) para no tener que planchar ropa, o tal vez a comer tacos (para regresar pronto a dormirnos)... Pero creo que ambos buscamos hacer algo especial, al menos para que el día no pase como cualquier otro.
Si tanto nos hemos fregado esta semana, pienso al levantarme de la cama, con un poco de ánimo que irá creciendo a lo largo de la noche, al menos hay que disfrutar de una parte de ese dinero que pronto llegará.
Así que decidimos: ¿Vips? ¿Tlalpan (al Rayuela a comer crepas)?
"Vamos a hacer una cosa", le digo a mi esposa a punto de cerrar la puerta del departamento, "si hay estacionamiento en Tlalpan, ahí cenamos".
Pero al llegar, hay feria (la Guelaguetza en tu ciudad): paseamos por los puestos con aroma a tamales oaxaqueños, a tlayudas. Después oímos un son cubano (ella pensaría en Ibrahim Ferrer, yo en "Fresa y Chocolate") y nos encaminamos al lugar.
Debemos pagar cover, pero no nos importa. Pronto ya tenemos frente a nosotros una sopa azteca (buena, no excelente), pan recién hecho, mantequilla, una arrachera (exquisita) y una ensalada (que sin tanto aderezo hubiera sido genial, dice ella).
Platicamos, oímos a los cubanos que tocan en el lugar sacar su gauguancó, vemos algunas parejas pararse a bailar. Entonces tomamos café, y reímos, y platicamos y aventuramos teorías y pienso que nosotros también (mi esposa y yo) sabemos cómo hacer que un día que tendía a triste, poco a poco se tranforme en alegre, así como los cubanos hacen con las canciones. A lo mejor no nos lo dijeron, pero por nuestras venas corre un poco de sangre cubana. No sé, sólo aventuro...
¡Salud!

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