jueves, 14 de junio de 2007

Lona

Estoy apenado con Lona porque habíamos quedado de vernos esta semana y no lo haremos. Los motivos o pretextos no vienen al caso. Pero me siento mal porque no iremos a caminar, ni a tomar café, ni a platicar de libros (que según ella hemos comentado en ocasiones anteriores).
A Lona la conocí por casualidad en un proyecto llamado Inteléthos, una revista universitaria que nunca terminó de cuajar. Aquella tarde, llevaba más de media hora esperando al editor y a los reporteros cuando ella apareció. Nos presentamos y de rato ya estábamos de nuevo en silencio, cada uno en un rincón del salón. Llegaron los que debían, tuvimos una junta y casi a las cinco de la tarde salí apresurado rumbo a SOGEM. Ella salió junto a mí y comenzamos a platicar. De pronto (y este es el recuerdo más vívido que tengo de ella) estaba riéndose sobre no sé qué, cuando cambió todo por un llanto incontrolable. No supe qué hacer y sólo dije: "¿Estás bien?". Lo absurdo de la pregunta no ameritaba contestación.
Nos tratamos poco, nos vimos menos, pero justo casi al terminar la carrera nos topamos otra vez: ella leía Palinuro de México y yo hice uno de esos comentarios tontos que suelo hacer: "dicen que a ese libro le sobran 600 páginas". Ella volteó y se rió de mí. Entonces, ella vestía un pantalón de mezclilla demasiado flojo, una playera demasiado ajustada, fumaba Delicados y usaba unos zapatos de minero.
Luego nos juntaron proyectos literarios, correciones mutuas de cuentos, caminatas interminables...
A veces me desespera cuando afirma que esa plática ya la hemos tenido antes, o cuando insiste en que he comprado (según ella) el mismo libro tres o cuatro veces. Incluso hay momentos cuando pienso que ella sólo intenta poner a prueba mi paciencia...
Sin embargo, sé que no es así, que pasados unos días ya la extraño y quiero platicar con ella, caminar por CU mientras me cuenta las razones por las que ya no escribe...
No sé, tal vez la próxima semana tenga tiempo libre para verla por la tarde, sin prisas. Entonces, a lo mejor, tome el teléfono y le pida que nos veamos, pues hay personas que, sin que sepamos por qué, se han vuelto imprescindibles en nuestras vidas...

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