miércoles, 20 de junio de 2007

Ayer, en un taller literario, vi a Antonio Ramos corregir uno de sus cuentos. Mientras alguien más leía el texto, Toño marcaba las rimas internas, apuntaba defectos en la trama, subrayaba frases que no le gustaban. Todo parecía demasiado fácil.
Es curioso, pues hace unas semanas él hablaba de la otra mirada, esa que permite ver cosas que los demás no observamos; y es curioso porque eso que me pareció tan fácil, seguramente le ha llevado muchos años de aprendizaje.
Ayer lo vi y anhelé tener esa otra mirada.
Después lo escuché "criticar" un texto y lo hizo con precisión, "acotando sus virtudes y dando cuenta de los defectos" (dixit Cortázar); y sus palabras sonaban más a frases de aliento que a intentos por alejar de su vocación a ese escritor en ciernes.
Nunca deja de sorprenderme esa forma de entregarse al mundo que tiene Toño...
Por eso, cuando salí de ese taller literario, ya no sabía si deseaba tener esa "otra mirada", o al menos ese amor por las letras... incluso las ajenas.

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