Mis papás cuentan, siempre con un tono de burla, que de niño apenas terminaba mi fiesta de cumpleaños, solía decir: "Pues ahora sí, sólo faltan 365 días para que cumpla... (7, 8, 9 años)"
Recuerdo incluso, aunque sólo hoy me atrevo a confesarlo, que desde ese momento comenzaba a planear ese día tan esperado, a pensar en los regalos que pediría, que recibiría (mi abuelita materna siempre llegaba con unos muñecos de PlayMobil y a ella debo mi pequeña colección). Luego, hacía cuentas con los dedos y recapacitaba si valdría la pena invitar otra vez a Pepegüicho (un amigo que siempre acude a mí cuando recuerdo mi infancia), pues a pesar que ese año lo había hecho por compromiso (al salir de la escuela me había prometido llevarme al día siguiente el regalo olvidado en su casa), no había cumplido con su promesa...
Cuando entré a la secundaria, me organizaron la última fiesta "masiva" (20 ó 30 niños corríamos por la casa). Después de eso, me dediqué a convivir los 25 de mayo con El Negro, con El Catrín, con El Wereber o con el Euclidio. Más tarde, sólo se enteraban de mi santo los cercanos, pero la celebración no iba más allá de un abrazo y un felicidades.
Ya en la Facultad, el grupo de amigos (La Popis, El Catrín, Erby, etc...) solían despertarme con una serenata. Después, crudos y desvelados, íbamos a desayunar a cualquier parte.
En el 2000 me vine a vivir a México, así que si deseaba recibir una felicitación de mi familia, tenía que viajar hasta Pachuca. Cuando dejé de hacerlo, incluso se olvidaron de llamarme.
Ya casado, la buena relación con mis padres y posteriormente con mi hermana, permitió que acudieran a casa y ahí comiéramos juntos (sin importar si había pastel o no).
No sé, creo que mis cumpleaños siempre han tenido algo de especial: las personas con quienes los vivo, las ilusiones que me hago, los obsequios que recibo, los abrazos que me dan...
Por eso, hoy al levantarme, pensando en que a ella también le ilusiona cumplir años, recibir regalos, planear la forma en cómo celebrara, hice caso omiso a mi pésima voz y empecé a cantarle las mañanitas...
¡Felicidades, amor!
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