Hace días que pienso una y otra vez en ella. Será que tiene mucho que no le llamo, que no la veo...
La conocí en secundaria, incluso en ese tiempo fue mi novia (sólo dos o tres horas). Sin embargo, nos convertimos en amigos tres años más tarde.
Ella iba saliendo de una depresión y junto con El Catrín y otra amiga de secundaria fuimos al cine a ver Sexo, pudor y lágrimas. Comimos pizza, tomamos refresco (aún no necesitábamos de la cerveza) y creo que al final de la tarde hicimos esa promesa que nunca falta: nos llamaríamos después para ir a tomar un café.
Lo curioso es que sí fuimos a tomar un café, y después compartimos muchas tardes y muchas noches, bebimos juntos hasta cansarnos y despertamos en medio del frío de Pachuca. Digamos que por algunos años hicimos un trío que cualquiera hubiera envidiado.
A veces íbamos a la discoteque y bailábamos con nuestros pies izquierdos, otras ocasiones recibíamos el día comiendo tacos de suadero con mucha salsa (para que se nos bajara la borrachera) y algunas veces incluso lloramos ante un amor.
Es una de esas tardes, en que deprimidos llorábamos juntos, la que más recuerdo ahora.
Habíamos ido a Acaxotitlán a una casa del padre de ella. Había feria y frente a la casa estaba estacionado un camper con juegos de video y una rocola. La neblina jugueteaba con nuestros zapatos y el frío nos hacía justificar los cuerpos juntos. El Catrín echó una moneda, ella seleccionó una letra y yo un número. Segundos después, Pepé Aguilar cantaba "Por mujeres como tú" y nosotros sufríamos en coro...
En el cuerpo ya traíamos mucho acachúl (una especie de vino originario del pueblo), fumábamos como locos y creo que a ninguno de los tres nos importó llorar. Al terminar la canción nos abrazamos y prometimos seguir juntos toda la vida. Un año después yo me casé, El Catrín se vino a trabajar al Distrito Federal y ella viajó a Guadalajara, para estudiar. Hace uno o dos años nos reunimos otra vez. Desayunamos juntos y como en los viejos tiempos, nos recriminamos muchas cosas...
Luego, nos despedimos con la promesa de vernos más seguido, de llamarnos por teléfono, de buscarnos por los pasillos del sueño... Sin embargo, con tristeza tengo que admitir, que en esa ocasión sólo se trató de una frase formulada por la costumbre, y ninguno nos hemos preocupado por cumplirla...
¿Acaso hoy tendré el valor suficiente para llamarla y platicar como si apenas ayer la hubiera dejado de ver? Ya mañana sabré...
No hay comentarios:
Publicar un comentario