Ayer hablé por teléfono con mis padres. Al colgar, como siempre me pasa, sentí una especie de nostalgia. No puedo decir que se deba al tiempo que no hemos compartido, ni porque me entristezca saberlos enfermos, con poco trabajo, con el cansancio de la edad. Más bien la nostalgia es resultado del recuerdo de los tiempos en que ninguno de los cuatro integrantes de mi familia, pensaba que los hijos se convertirían en adultos y se alejarían del hogar.
Así, cada fin de semana que me despierto aún con sueño y tengo que ir por comida para el desayuno mientras mi esposa comienza con la limpieza de casa, me acuerdo mucho de papá.
Cuando era niño, mi hermana y yo teníamos constantes antojos de comida por las noches. Entonces nos poníamos de acuerdo y con un gesto de amor íbamos con papá y le pedíamos que fuera por unas chalupas, por unos tamales, por una pizza, o por cualquier chuchería que se nos antojara.
Él, sin poner pretextos, aún cuando a veces ya estaba dormido o muy cansado por el trabajo, se levantaba y sólo nos encargaba que pusiéramos a calentar agua para un café. Salía al frío de las calles de Pachuca y después de 20 o 30 minutos regresaba con lo que le habíamos pedido. Como recompensa, únicamente recibía una taza de café (dos cucharadas de café y dos de azúcar) y jamás se quejaba de que no hubiera un "gracias" de por medio.
En aquel tiempo habré pensado, si es que los niños reflexionan en esto, que se debía a que papá nos amaba y era capaz de cualquier cosa por sus hijos. Sin embargo, hoy creo que era algo más, una especie de presentimiento de que esos momentos pronto acabarían, quizá con la adolescencia (mi hermana ya tenía 15 años), pero sin pensar que en realidad lo que nos separaría iban a ser muchos kilómetros de distancia.
Por ello, cuando me levanto el sábado, aún con la espalda con un poco de cansancio, pienso en mi padre, en su amorosa capacidad para vencer lo pesado del día y su ansia por complacer a sus hijos.
En esos instantes es cuando también reflexiono que si todo sale como hemos planeado, y mi esposa y yo jamás tenemos hijos, al menos ella se podrá acordar de los días en que bajaba por una bolsa de pan (sin el que su desayuno no está completo) o por una costilla de res que tanto le gusta.
Hace 1 año
3 comentarios:
¡Hermoso! Que Dios bendiga a tu padre.
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He llegado a tu sitio buscando "el próximo blog". Ha sido una grata sorpresa, lástima que no tienes el gadget de los seguidores para anotarme. No dejes de publicar, por favor.
¿Leí bien y dice que planearon NO TENER HIJOS?
Es que leí por ahí el gusto de andar con tu niño de la mano..... Lo que es para mí, los hijos son lo máximo de la felicidad. Tengo 5.
Jeje, sí, antes creíamos que no tendríamos hijos. La vida, sin embargo, nos llevó a otras decisiones. Hoy, que tenemos a nuestro pequeño no podemos imaginarnos vivir sin él. Supongo que es parte de la madurez.
Saludos para ti, tus cinco hijos y nietos.
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