jueves, 28 de junio de 2012

Hará un año o año y medio que vi por última vez a Tenoch. Yo había ido a una junta de Zona de confort para anunciar que me retiraba del proyecto y Tenoch, a diferencia de las últimas semanas, lucía diferente. Para empezar pidió un capuchino o un frappé en el Starbucks. Luego, durante toda la junta, propuso una y otra cosa, habló de sueldos. Ya para eso de las 10 de la noche, a lo mejor más tarde, me ofreció un aventón a la casa y en el camino me contó la razón de su cambio: Sonia, su esposa, acababa de recibir una herencia y con el dinero inesperado habían pagado todas sus deudas: la escuela de los niños, el recibo de teléfono, las tarjetas de crédito, la luz, los préstamos de familiares... Incluso habían llevado a sus hijos a Six Flags sin negarles ningún capricho y ya organizaban una comida para los amigos quienes los habían apoyado en esos malos tiempos económicos. Además, la mitad de la herencia ya estaba en una inversión bancaria y unos días después irían a surtir su despensa como hacía años no podían.
-¿Y qué se siente?-, le pregunté-, ¿qué se siente dormir sin ninguna deuda?
Tenoch esbozó alguna respuesta: dijo que aún no lo sabía, que no le había caído el veinte (a pesar de que los bancos habían dejado de llamar a deshoras exigiendo pagos), que tal vez después podría decirme.
Pero no lo he vuelto a ver.
Hoy por la mañana, sin embargo, pude responder aquella pregunta: uno vuelve a soñar (y se siente el cuerpo tan ligero...).

2 comentarios:

AleMamá dijo...

No entendí bien el final....¿no lo viste porque se le "subieron los humos"?
Me encanta el modo de relatar que tienes. Qui´zas debieras ponerles nombre a tus entradas, para distinguirlas.

Te leo

mangelacosta dijo...

AleMamá: No volví a verlo porque he cambiado de rutinas, porque abandoné ese proyecto, porque hemos dejado de coincidir. Supongo que es parte de lo que ocasiona vivir en una ciudad tan grande como el Distrito Federal: pueden pasar años (no exagero) sin que te topes con tu vecino (desgraciadamente).
Saludos.