Pedí café helado con crema batida. Algo dulce debía haber ayer por la tarde. La cajera me preguntó si estaba enojado. "¿Se me nota?", la interrogué por decir cualquier cosa. Cuando asintió, mentí: "No, lo que pasa es que venía leyendo en el taxi y me dolió la cabeza". Noté que no la había convencido, sin embargo rió mientras me daba el cambio. Luego caminé hasta la mesa donde estaba César y tras hablar de cualquier cosa, no pude retrasar más el motivo de aquella reunión: "He dedicido abandonar Zona de Confort".
Hace dos años recibí un correo en donde me informaban que un tal CMO me buscaba. Había pedido mis datos, tras ubicar un cuento en una página de internet, y el editor se los había proporcionado. Un día o dos después recibí la llamada de César. Quedamos de vernos, quería hablarme de un proyecto que estaba formando. Muchos años antes, me había abierto las páginas de una revista llamada Intelèthos. Aquellas primeras publicaciones periodísticas me habían servido para presumir y hacerme de una novia, así que por recordar los viejos tiempos, acepté la invitación.
El sábado, cuando le reencontré, comimos tacos de canasta en Fuentes Brotantes, después nos fuimos a su casa y tomamos cerveza con otros tres integrantes de aquella fallida revista. A uno de ellos lo había topado una vez en Gandhi y a pesar de que lo saludé, él fingió no reconocerme. En esta nueva etapa, no le recordé aquel encuentro.
Durante meses nos reunimos semana a semana en Vips, Starbucks, cantinas. Proyectamos una revista cultural, luego política, después comercial y terminamos con una publicación electrónica. Hablamos de posibles temas, planteamos campañas publicitarias, invitamos a colaboradores, luego aceptamos otros más y de a poco nos fuimos despidiendo de todos ellos, quienes tras algunas juntas se iban o de plano ya no aparecían.
Hace un año compramos un dominio web y festejamos emborrachándonos en el Vips de Perisur. Algo había que nos representaba por completo: cigarros que se consumían en los ceniceros, una ensalada en medio de la mesa que pronto se terminó, cerveza con limón y sal, vino tinto. Quiero pensar que aquella noche tal vez fue de las más felices que compartimos. Luego, todo volvió a la calma y las juntas continuaron.
Hace algunos meses nos presentaron el diseño de la página y empezamos a alimentarla con contenidos. Sin embargo, un retraso hoy, uno más mañana, provocó que las juntas se convirtieran en convivios, en discusión de ideas, en nuevos proyectos que debíamos afrontar mientras llegaba el gran día.
Yo, por las noches, tras llegar a casa, me iba a la cocina y me tomaba un café, me iba a hurtadillas a la recámara y veía a mi esposa dormida, a últimas fechas al bebé dormido. Me acostaba sin hacer ruido y hacía por olvidar todas las discusiones, todas mis frustraciones, por quitarme de la mente que ese proyecto comenzaba a parecerme cada vez más lejano. A la siguiente semana, sin embargo, iba a junta y escuchaba a César hablar y me contagiaba nuevamente de su ánimo. Sin embargo, hace dos semanas todo cambió.
Ayer, por la tarde, mientras les decía adiós a los Zona de confort comencé a sentirme triste, comencé a arrepentirme de mi decisión, casi quise que me convencieran de no irme. Sin embargo, algo dentro de mí sabía que no aguantaría una junta más. A todos les expuse mis motivos, a todos les dije que me dolía más dejar a César que al proyecto ("pues él me demostró su amistad, pero prefiero eso a fallarle como amigo") y de todos me despedí como si fuera una junta más, como si la próxima semana los fuera a ver de nuevo. Sin embargo, cuando César salió de su carro y me abrazó mientras decía adiós ya no supe si era yo el que me marchaba o si es que él me miraba partir mientras seguía tocando, ya sintiendo el agua meterse al barco, con la esperanza de hacer lo mismo, pero sin atreverse a renunciar a su sueño.
No volteé a mirarlo. No alcé el brazo. Sólo eché a caminar sintiéndome una rata que abandonaba el barco, y en él a un gran tipo...
Hace 1 año
7 comentarios:
a ratos me pregunto qué se sentirá abandonar...
Al final, creo que todos nos estamos yendo siempre.
Saludos de despedida ¿será? ¿existen?
Ayer por la mañana recordaba una frase: "Decir adiós siempre es morir un poco". Creí, quizá por autoengañarme, que este adiós era volver a la vida (al menos a los proyectos).
Tienes razón, siempre estamos yéndonos, pero hay partidas que nos dejan medio tirados y otras que nos dejan a un paso de la tumba y ahora todavía no me atrevo a admitir a cuál pertenece la de ayer.
Desde acá te digo adiós como si dijera "bienvenida".
Hola, Mike, sólo paso por aquí para dejarte un enorme abrazo. Los proyectos tienen un ciclo vital, el tuyo ahí concluyó pero quizá se está gestando uno diferente, uno que te saque de tu zona de confort, aunque suene redundante.
Roger: coincido contigo en cuanto a los ciclos. También creo que deben existir nuevos proyectos y esa fue una de las razones por la que me animé a decir adiós a mi Zona de confort. Espero verte pronto para platicar de esas pequeñas cosas que nos gustan, chismear un rato, seguir soñando. El abrazo va de vuelta y con mayor fuerza.
Sí, nos hace falta platicar de esas pequeñas grandes cosas que nos gustan. Un abrazo.
upps, te lo dije y si quieres llamame como se te de la gana, pero ese proyecto no era para ti, porque se iban a desviar los pasos de tu camino.
Anónimo: jeje, tal vez no es que no fuera para mí, sino que ahora estoy en otro momento. Saludos.
Publicar un comentario