jueves, 12 de mayo de 2011

El apodo se lo puso mi esposa. En realidad ya no recuerdo por qué, si por la gorra, si por su cuerpo flaco a punto de torcerse o por la forma como reía en un "ajaija". El Goofy vende hamburguesas cerca de la casa y aunque todos lo conocen por "El Don", nosotros nunca nos hemos podido quitar de la mente que es "El Goofy".
Empezamos yendo a cenar con su esposa, una mujer gorda que freía las quesadillas siempre haciendo muecas. En tanto, su esposo echaba más carbón y soplaba esperando que algún cliente se acercara a pedirle aunque fuera un hotdog. Los pocos que caímos se debía a que su esposa tenía mucha clientela y nosotros mucha hambre como para esperar los 15 o 20 minutos que faltaban para que comiéramos una quesadilla.
Después de algunos años,las hamburguesas se convirtieron en el negocio fuerte y aunque la esposa de El Goofy seguía vendiendo, ya nadie hacía cola por comerse una quesadilla a medio cocer.
Ayer, tras ir al hospital, tras andar a las carreras en muchos taxis, casi a las 7 de la noche nos dimos cuenta que no habíamos comido. Estábamos cerca, así que fuimos con El Goofy.
Pedimos hamburguesas y le preguntamos por sus hijos: tiene 3: Baruch, idéntico físicamente a su mamá; Christian (creo), igual al Goofy, y una niña de quien desconocemos su nombre.
Por hacer la plática le dije: "Hace unos días vi a Baruch, en el micro" y él, como no queriendo, como por no continuar en silencio nos contestó: "¿Dónde? ¿Por aquí cerca?".
Una cosa llevo a la otra: el Goofy tenía ganas de hablar, aunque nosotros no contestáramos por estar masticando una hamburguesa sencilla y una con queso. Empezó una especie de monólogo adolorido, con cierto rencor, con tristeza paterna:
Baruch se junto con una señora más grande que él, que tiene una hija y que era compañera de kínder de su hermana la menor. La esposa del Goofy tiene diabetes, duerme todo el día, ya no trabaja, se cansa mucho. ¿La niña?, la niña ya va al kínder y se la pasa viendo la tele. A diferencia de los hermanos, que nomás tuvieron internet y se pasaban la tarde chateando. "La madre dijo que era para las tareas, pero ni eso". Nos contó que el hijo pequeño ya va en la prepa, más bien estudia gastronomía, "sólo lo hace para que su madre no piense que no estudia, pero se ve que no le gusta". Y Baruch, Baruch a cada rato regresaba al monólogo: "dijo que se iba porque estaba cansado de trabajar: ahora también le ayuda a la señora esa con una papelería que tienen, la cierran a las 10 u 11 de la noche", "ojalá al menos no se embarace ella, pues ya ven cómo ahora las mujeres les quitan el dinero cuando tienen hijos", "los que lo conocen, dicen que no tarda en volver a la casa", "vive en Hornos, y a veces viene a ver a su madre, que está muy triste y con eso de la diabetes...".
Nosotros lo dejamos desahogarse, a veces le preguntábamos algo para dar pie a que continuara. Después, como si lo hubiera descubierto en ese instante, soltó un: "crece pronto para que vengas a comerte una hamburguesa, un hotdog". Adivinamos que se refería a Efraín.
Pagamos y nos despedimos, aunque no estabamos seguros que debiéramos irnos, pues un hombre nos había ofrecido su corazón y siempre es una vergüenza dejarlo al aire libre, sin importar si sigue latiendo o no...

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