Mi sobrino de 8 años invitó a su novia a Six Flags. Cuando tenía cinco escuché por primera vez que la llamaba novia. La recuerdo, así, en la salida de kínder con un vestido azul diferente al que las demás niñas llevaban. Sin embargo, al Charal no le importó y cuando todos le sacaban una foto conmigo me preguntó al oído: "¿ya viste a la niña con vestido de Cenicienta? Ella es Fernanda, mi novia". Luego llegaron meses de tristeza, pues la habían cambiado de escuela y aunque nosotros lo broméabamos diciéndole que le había pasado como a Pedrito Fernández con la de la mochila azul, él sacaba una media sonrisa y procuraba retirarse pronto.
Una tarde que vino a la casa el Charal me contó que entonces tenía tres novias y cuando le pregunté sus nombres no mencionó a Fernanda: "es que ya no la veo", dijo de forma triste, callada. Por ello, no le volví a preguntar nada.
Ayer, sin embargo, en cuanto me vio aparecer junto con Efraín, le llamó a Fernanda y nos presentó: "él es mi tío y él mi primito". Ella sonrió y agachó la mirada. Habrá sentido, tal vez, que la juzgaba con mi rápida mirada para saber si era "digna" de mi Charal.
Después regresaron a los juegos y se olvidaron de los adultos: reían, se perseguían, de pronto ella le llamaba a él y se decían palabras que yo no alcazaba a escuchar.
Ya de noche fuimos a casa y ahí los sorprendí en una discusión. Él insistía en ofrecerle un dulce mientras ella llamaba a casa de sus padres para avisar que llegarían más tarde. Cuando Charal la llamó por quinta vez consecutiva, ella le dio una rápida pamba china y le preguntó sonriente: "¿no ves que estoy hablando?".
Al observar la sonrisa del Charal pensé en esos amores infantiles a quienes uno les guarda un gran espacio en el corazón. Son, fueron el primer beso, la primera vez que tomamos la mano de una niña, las primeras confesiones y esas llamadas por teléfono que duran horas. Además, ese placer con sabor dulce que nos llena la boca cuando decimos: Fulanita ES MI NOVIA.
Luego me enteré que en un arranque de furia Fernanda un día amenazó a su madre con irse de casa, con hablarle al Charal y llevárselo a Inglaterra. Supongo que eso es el amor: no saber a dónde ir pero sí saber con quien se estará bien acompañado.
Por eso, cuando les dije adiós, evité desengañar al Charal contándole que los primeros amores siempre serán platónicos y que apenas bastará un cambio de escuela, un cambio de residencia para que los adultos nos obliguen a guardar a nuestros primeros novios, novias, en la más dulce de las nostalgias.
A él, aunque me duela pensarlo, ya le pasará...
Hace 1 año
4 comentarios:
No creas, muchacho, hay excepciones que hacen la regla. Yo me he topado con dos de ellas que hasta el momento viven su "felices para siempre". Claro, la generalidad es otra, pero creo que hiciste bien en callarlo, ya estarás ahí si sucede, y entonces será el momento de hablar.
Un abrazo.
Afortunados los que se quedan con sus primeros amores, muchacho. Otros debemos buscar y buscar muchos años más. Abrazos de vuelta.
Encontré este blog por nuestro interés común en Paul Auster. Es muy interesante y quisiera seguir visitándolo. Saludos.
Muchas gracias, Xixe. Te agradezco tu visita y ojalá que lo aquí escribo siga siendo de tu interés. Saludos desde México.
Publicar un comentario